DIOS
¿Quién como Tú,
Dios misericordioso,
RUTH
Rodulfo González
Mis cereales, amada,
ya estaban maduros y listos para ser cosechados, luego de haberlos cuidado con
particular y especial esmero. Era la primera vez que recibía de la tierra el
fruto de mi trabajo y por tal razón sentía una felicidad que nunca, hasta
entonces, había experimentado. Contraté hombres y mujeres pan segar las mieses
y al final de la jornada, que fue extenuante, porque los rayos solares herían a
mansalva la piel de los recolectores, todos curtidos en tales menesteres
agrícolas, celebramos con vino y exquisitos manjares hasta caer, embriagados,
al recubierto suelo de espigas en cuyo seno yacían los granos de trigo que en
un proceso posterior irían a la trilla para su liberación y estar en
condiciones de ser llevados al molino que los convertiría en harina, materia
prima del pan, fuente nutricia de la vida.
Recordé, amada, a
Ruth la moabita y comparé esta escena imaginaria con la que describe la Biblia
en el Viejo Testamento y hallé semejanzas en ambas. Ruth, personaje en quien
admiré su valentía y su audacia romántica para enfrentarse a su destino,
dictado por la costumbre de la época, de convertirse, viuda, en mujer de Booz,
su pariente, eras tú, y Booz, el dueño del trigo maduro, era yo.
Y cuando el vino me
doblegó, porque lo tomé en abundancia, tú viniste a donde yo dormía plácidamente
y te acostaste en mi incómodo lecho para ser mi mujer y desde entonces fuimos
una sola persona.
¡Qué inolvidable
noche de amor!
GRIAL
Un día
de luminosa locura, de beatífica paz, de eucarística mansedumbre, de silencio
conventual y de mirífica religiosidad, tomé, con exquisita suavidad, mi
obsoleta y raída vestimenta de peregrino, pretendí, amada de todos los tiempos,
de todas las circunstancias y de todas mis vicisitudes y flaquezas, emprender
un largo viaje que me llevaría a los más recónditos e ignorados lugares de la
tierra, y que concluiría con el hallazgo, en una remota aldea cuyo nombre nunca
indagué, como tampoco su exacta o aproximada ubicación.
¿Qué me
llevó hasta allí, renunciando al encanto de tu melodiosa voz, a la ternura sin
límites de tu regazo, a la frescura temblorosa de tus labios, a la suavidad
imantada de tu dúctil cabellera, al brillo deslumbrante de tus ojos y al aroma
hechizante de tu cuerpo todo? ¡Ay, amada! En mi locura fascinante quería sorber
vino en la sagrada copa donde Jesús, El Hijo del Hombre, brindó por última vez
con sus discípulos, uno de los cuales, Judas Iscariote, lo entregó a sus
enemigos por treinta miserables monedas. Y lo hice, ¿sabes? y con el vino que
libé se abrió para mí toda la sabiduría del mundo y mi espiritualidad recibió
el don de la abundancia y dejé de ser débil y comprendí que para acceder
a la felicidad sin fronteras ni barreras hipócritas tenía que regar cada día,
con agua pura de manantial, las flores de mi locura.
TRIBUTOS
Flores amarillas
para Juan Ramón
Jiménez,
el poeta español
cansado de su nombre,
que viajó a la
eternidad
con Platero, su
confidente.
Flores coloradas
para Juana de
Ibarbourou,
la poeta uruguaya,
que legó al mundo
“Las lenguas de
diamante”
y “Chico Carlos”,
la obra que recrea su
infancia.
Flores del camino
para Gabriela
Mistral,
la poeta chilena
que no pudo recibir
directamente
el premio “Los sonetos de la muerte”
por carecer de ropa
adecuada
y presenció la
ceremonia de la entrega
escondida en el
público.
Flores de violeta
para la exquisita
poeta uruguaya Delmira Agustini,
víctima de femicidio,
como mi amada hija Katiuska Alfonsina.
DOLENCIA
Tengo luto en el
alma,
tengo hiel en las
venas.
¡Esta ausencia de
calma
cómo nutre mis penas!
Tengo agrias las
manos,
tengo icor en la faz.
¡Cómo rondan gusanos
en mi vida sin paz¡
Tengo roca en los
dientes,
tengo sal en los dedos.
Dos macabras
serpientes
me consumen de miedo.
¡Cómo sangran mis
ojos!
¡Cómo sangra mi piel!
¡Cómo caen mis
despojos
por la tierra de
hiel!
¡Cómo escapa en la
brisa
de la tarde fatal
la doliente sonrisa
de mi vida banal.
ELISABETH
Para Elizabeth
…Y
el ángel Gabriel visitó al anciano Zacarías, profeta bíblico, para anunciar el nacimiento de Juan El
Bautista y no le creyó.
…Y
María visitó a su prima Elisabet y saltó la criatura que llevaba en el vientre.
" …Y
Elisabeth le dijo a María: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que
darás a luz!.
… …Y
por obra del Espíritu Santo nacieron Jesús, hijo de virgen, y Juan Bautista,
hijo de anciano.
…Y
ambos cumplieron en la tierra sus divinos destinos.
…Y
estando Juan bautizando en el rio Jordán vio a Jesús y exclamo. “! He aquí el
cordero que quita el pecado de los hombres!”.
…Y
Jesús recibió las aguas del bautismo de Juan, quien en su humildad se creyó
indigno de ese ritual.
…Y
Juan predicó la Santa Palabra y fue hecho descabezar por Herodes Filipo para
que Salomé, su hijastra, danzara.
…Y
Jesús el Redentor murió en la cruz por predicar la verdad y pagar el pecado de
la humanidad.
INCÓGNITA
No me dijo su nombre,
ni se lo pregunté.
Sólo sé que la quise.
Sólo sé que se fue.
¿A qué lugar viajó
la incógnita mujer?
Azucena dormida,
rosa desmayada.
¿La quise
ciertamente?
Cual estrella fugaz,
desde insólito cielo,
cayó sin lastimarse.
¿Un sueño o realidad?
¿Poética demencia?
¿Anhelos
secuestrados?
¿Desvarío de loco?
NADA
En mi tumba de pobre yo no quiero
cuando trague la tierra
mi frío cuerpo de talante austero
que ya nada lo aterra.
La ya no primorosa compañía
de la lírica prosa
o la rima que di a mi poesía
en la mágica glosa.
Ni a los cientos de textos que escribí
en revistas y diarios
como constancia fiel de que viví
inmerso en escenarios.
Insumos innegables de la
historia
que en Internet guardé
al sacarlos de la frágil memoria
y que de mi den fe.
PUEDES…
Puedes llevarme,
¡Oh, parca!, en tu carruaje,
al inframundo,
de donde no hay regreso,
y nadie sabe
cómo es, si tiene sol
y sólo tú conoces.
Nada me llevo,
pues nada traje al mundo,
sólo mi llanto.
Dejo mis libros,
y los frustrados sueños
de bienhechor.
¿DÓNDE?
¿A dónde fuiste, amor,
que no te encuentro?
¡Tantos milenios juntos!
¡Tantos milenios locos!
Todo perdido.
Sueños marchitos.
Esperanzas dispersas.
Un llanto contenido.
Búsqueda inútil
entre los mirtos,
entre las amapolas
de belleza marchita.
¿En cuál galaxia
estás, amor?
¿A qué mundo te fuiste,
musa de ayer, de siempre?
QUÉDATE
¿Por qué te fuiste
al despertarme,
amada de la noche
pletórica de amor?
Cuando en mi sueño
visites nuevamente
mi onírica pradera,
te ruego que te
quedes..
Cuando despierte.
quiero que estés
conmigo apasionada,
desnuda, lujuriosa.
Quiero besar
todo cuerpo
y quiero que tus
labios
gusten, sensuales, e mío..
Amor, amor,
lágrimas mías
que secarán tus
labios
carnosos cual de
fresas.
Por siempre quédate,
amor idealizado,
no quiero que te
vayas,
no quiero quedar
huérfano.
DERROTAS
Atrás quedaron
mis sueños destruidos
por lo real:
Los viajes sin
partida,
los planes
altruistas.
YOMO
Esa
mano prodigiosa, amada, que plantó un rosal en mi diminuto jardín de la
amistad, también me ayudó a impedir que Yomo, ese exquisito personaje de mi
infortunada infancia que me espantaba los duendes y me contaba cuentos que
nunca vi impresos en ningún libro, permaneciera más tiempo sumergido en el
anonimato.
Esos
cuentos, amada perdurable, debieron haber sido inventados por Yomo, quien no
sabía leer ni escribir, pero tenía una imaginación que ni tú ni yo poseemos, al
final tenían una moraleja. Sí, amada, uno de ellos, según mi avejentado
recuerdo, hacía referencia a un viajero que al saciar su sed en la fuente
generosa del camino, en vez de darle gracias como hacen los aborígenes de
muchas latitudes primitivas, escupió el agua y al regreso tuvo que sorber su
saliva con el líquido elemento, ya no límpida como antes, sino asquerosa.
¿La
moraleja de este cuento? No puedes escupir hacia el cielo porque la saliva caerá
te caerá en el cuerpo. Si ensucias el
agua que sació tu sed, en vez de bendecirla como hacen los aborígenes de muchas
tribus primitivas de lejanas latitudes, tendrás que sorberla mugrosa al regreso
del viaje.
Yomo,
amada cariñosa, me enseñó una manera peculiar de contar: una, dona, tena,
catona…¿De dónde obtuvo estos conocimientos? Nunca lo supe, porque aparte de su
generosidad y amabilidad hacia mi persona y de su afición al ron blanco, que lo
sumergía en la embriaguez, nada más recuerdo de él.
Yo
creo, amada esplendorosa, que Yomo debe estar cabalgando en el cielo en un
burrito marabalero, cual lo hacía el poeta Juan Ramón Jiménez en Platero el
borriquillo moguereño que viajó con él a la eternidad.
Allí
lo encontraré, amada gentil, y volveré a escuchar sus cuentos y él escuchará
los míos.
Y en los prados del
cielo, deleitaremos a los ángeles y nos olvidaremos de duendes, de tristezas,
de penurias existenciales, de pleitos.
¿Verdad que sí, Yomo?
¿Verdad que sí, amada
ideal?
¿Verdad, amada, que ahora
Yomo cabalgará conmigo hacia la posteridad en mi obra literaria?
PETICIÓN
Luz, no me dejes
solo con la penumbra
que me amedrenta.
Temo su negritud.
Me aterran sus
fantasmas.
CUBA
No es el mar, Cuba,
de la felicidad.
¡Es el infierno!
El reino de los
hermanos
Castro y Díaz Canel
POBREZA
Pobre nací
y pobre moriré,
pues nada tengo.
Me marcharé del mundo
cuando la parca venga.
ALTRUISMO
No daré al pobre
un mendrugo de pan
para que coma.
Me sentiré feliz
si le doy pan y
techo.
CLAROR
¡Llegó la luz!
y las sombras huyeron
¡Despavoridas!
Mañana volverán
cuando decline el
día.
TERRORES
Me aterrorizan,
amor de mis amores,
las pesadillas,
la furia de los
vientos
y la crueldad del
ogro.
SOCIALISMO
El socialismo
acabó en Venezuela
con su riqueza.
Y al pueblo convirtió
en pobres
mendicantes.
MUSA
Llegaste, musa,
inesperadamente.
Te pregunté:
¿Quién eres? ¿Me
conoces?
-Sí, desde hace
milenios.
POESÍA
¡Cuán generosa,
poesía, de luz vestida, has sido conmigo, barco a la deriva, nómada
impenitente, huérfano de amor, fracasado guerrero, trovador atormentado! Tu
brillantez me hizo vencer las sombras que interrumpían mi viaje sin destino y
la oscurana que entorpecía, con su negritud de susto, el fluir exacto de las
ideas escondidas en lo más recóndito del alma. Tu dulzura de miel silvestre,
que tan copiosamente me diste cuando la amargura quiso apoltronarse en mi débil
corazón, me puso en contacto con el prodigio de la alegría y así abatí mi
tristeza milenaria. Tu gracia, poesía de encanto encinta, me trasmitió la
fuerza vital con la cual libero mi memoria, longeva ya, la creatividad que hago
navegar en el ciberespacio.
Tu don, poesía
ataviada con un primoroso traje de sueños, hizo el milagro de la ubicuidad para
estar en mi solitaria orilla y en la orilla de mi amada, sin que ella lo sepa.
Tu vigor, poesía
cargada de belleza única, con sólo presentirte, me ha insuflado fuerza para ser
dueño del tiempo y del espacio, del lucero que aparece en la noche para
acompañar a la luna en su brillantez nocturna, del camino que parece no tener
fin, de la imaginación con la que fabrico fabulosos palacios donde moran
princesas que no envejecen, fantasmas que no asustan, bufones fastidiosos y
sapos esperando el beso de la amada para convertirse en príncipes y de ti,
poesía graciosa.
PERENNIDAD
Que no se mueran
ni la rosa ni el
mirto.
¡Quiero que vivan!
Quiero que sus luces
perennicen mi verbo.