AZAR
Si piensas, bien mío, que nuestro encuentro fue producto
de la casualidad, te equivocas.
En el libro de nuestras vidas, que traemos al mundo pero
que no leemos porque está escrito en letra indeleble e invisible, aparece lo
bueno y lo malo que cosecharemos en la Tierra.
Nada, pues, ocurre al azar, aunque las apariencias
engañosas, esa especie de espejismo que observamos en nuestros íntimos
desiertos, nos hagan ver la luz donde domina la obscuridad, nos haga sentir
alegres cuando la tristeza carcome nuestro espíritu y nos haga creer que
estamos en un oasis, con palmas datileras para saciar el hambre que consume
nuestro cuerpo y cristalina agua que apagará la sed que nos agobia y seca
nuestra garganta.
El techo que en generoso gesto me ofreciste para que
sintiera calor de hogar y no la frialdad de hotel, no fue producto del azar, ni
la respuesta que yo te di rechazándolo, ni el lugar que pasaste a ocupar desde
entonces en lo más recóndito de mi corazón, ya curtido de años, y yo en el
tuyo, primavera florida.
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