OFICIOS
A
Cruz Victoria
Te lo juro, amada, que si de mi voluntad
hubiera dependido la determinación de cuanto sería mi vida laboral, muy
distinto sería mi destino, pues ninguna de las mil actividades realizadas para subsistir y crecer profesionalmente guarda relación con lo que quise
realmente hacer, ya que he aterrizado en ellas cual avión sin rumbo.
Yo hubiera querido ser, por ejemplo, carretero para hacer largos viajes en
rutas asaz conocidas, seguro de que a mi regreso tú me esperarías, amada, en la
puerta de nuestra humilde vivienda, con los brazos abiertos y una sonrisa
delatadora de la felicidad derivada de un evento, que no por rutinario, dejaría
de ser encantador y fascinante para ambos, que medimos la intensidad de nuestro
amor con la vara de la gratificación espiritual que nos depara, desechando la
banalidad de lo efímero material.
O también, amada, jardinero para cuidar, celosamente, ese don de las
plantas florales, de todos los colores y perfumes que la naturaleza,
inmerecidamente, ofrendó al hombre, su peor enemigo.
O podría haber sido labrador para compenetrarme con la tierra y extraer de sus
entrañas el jugo de la vitalidad, cual lo hace mi amiga de Cocollar en su
cultivo de hortalizas y maíz.
O marinero o pescador para escudriñar la líquida ruta de los mares y
conocer sus secretos.
O mago, para saber si mi amiga virtual está viva, yace en un lecho de enferma
del que no se levantará jamás o ha mandado a las penumbras del olvido nuestra
amistad a distancia.
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