PECADO
He pecado, Señor, infinitamente
piadoso, al comer el delicioso fruto de la mujer del prójimo. ¿Me perdonarás?
He pecado, Señor, infinitamente
tolerante, al no cumplir religiosamente tus preceptos y disfrutar del
agua prístina del manantial prohibido.
¿Me perdonarás?
He pecado, Señor, al mirar
lujuriosamente la desnudez encantadora y provocativa de la dama que se bañaba
plácidamente en el límpido arroyo y, al sorprenderla, cubrió sus partes púdicas
con las refrescadas manos y su rostro, níveo, se tornó carmesí.
¿Me perdonarás?
Si no me perdonas, Señor
caritativo, cubriré mis ojos pecadores con una bufanda negra que ni los
rayos del sol podrán penetrar.
Si no me perdonas, Señor
misericordioso, cargaré sobre mis hombros el agradable fardo de impenitente
pecador.
Y seguiré pecando.
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