POEMAS MÍSTICOS
Rodulfo González
AYUDA
Ayúdame, Señor, a soportar
Este ácido dolor que me atormenta
Y permite que náufrago me sienta
En un terrible imaginario mar
Con olas que de tanto golpear
Mi adolorido cuerpo desalienta
Todo tímido esfuerzo que él intenta
Para las aguas bravas derrotar,
Y así, Señor, en tu dulce regazo
Debilitar la horrible depresión
Que a mi vida azarosa y pecadora
Le niega la ternura de un abrazo,
Le quita la elocuencia a mi expresión
Y le impide extasiarse con la aurora.
ANSIEDAD
A Mab
¿Es la ansiedad el camino directo
Al morbo fatal de la depresión
Que merma, bien mío, sin compasión,
La vida y la conduce a lo imperfecto?
¿La ansiedad, acaso, es la mensajera
De noticias vestidas de indolencia
Para sumirme, amor, en la demencia
Que no sabe de otoño o primavera?
Rápidamente la ansiedad perfora
Con la pericia del ladrón audaz
Cada átomo de la mente sumida
En la penumbra que la luz ignora,
En la techumbre del ser incapaz,
En el pétalo de la flor dormida.
GRATITUD
Gracias, Señor, porque sordo no fuiste
Al clamor de mi súplica sincera
Y el milagro de la salud hiciste
Para que el cuerpo enfermo más no fuera
La sinrazón del sufrimiento hiriente
Que tortura a las almas generosas.
Fuiste, Señor, tan dulce y complaciente
Que en mi jardín sembraste primorosas
Y castas flores de fragancia ardidas
Para adornar el alma que venció
Con su fe la enfermedad que pugnaba
Por hacer más profundas sus heridas.
¡Oh, Señor, tu santa voluntad dio
Misericordia a quien en ti confiaba.
PERDÓN
Perdóname, Señor, porque he pecado,
Al desear a la mujer ajena
Pero es que al contemplarla se enajena
Mi pobre corazón enamorado
Y no puedo calmar mis emociones
Hipnotizado del bendito amor
Que a mi covacha trajo resplandor
Y música en exquisitas canciones.
Y aunque el perdón, Señor, en tu bondad
A tu perdido pecador darás
Para que su alma con fervor redima
Yo seguiré pecando. Tu piedad
A mi alma enamorada brindarás
Porque el amor el Padre sublimiza.
VOLUNTAD
Hágase, Señor, tu voluntad y no la mía,
Cuando dude en recibir el premio inmerecido
En vez de espina por el dolor en que he sumido
Al buen prójimo que solidario me extendía
Sus manos aceradas para que no me hundiera
En la tierra movediza de la selva obscura
Y no agradecí tal gesto de especial bravura
A quien su vida por salvar la mía expusiera.
Sé que mi conducta errática ha de recibir
No el premio inmerecido sino ejemplar castigo
Para expiar eternamente mis tantos pecados.
Sea, Señor, el juez que en mi contra ha de emitir
La sentencia justa teniendo como testigo
Mi indolencia, mi soberbia gris y mis enfados.