PIERROT
Como a ti, Pierrot, alma de la
comedia del arte,
italiano o francés,
universal,
más de una Colombina ha herido de muerte a mi alma.
Como a ti, Pierrot, esclavo sublime del
amor, más de una Colombina ha tocado el tambor de la indiferencia
en mi covacha de sueños.
Y yo he taponeado, con corcho, mis
oídos, para no escuchar
su sórdido sonido, tempestad en el
mar.
Yo también, Pierrot, como tú, he
encontrado
en mi vía de piedra, descalzos mis pies,
a más de un Arlequín que me ha alejado de
mi Colombina de turno.
Yo también, Pierrot, como tú, llevo en mis
pupilas, marchitas ya,
un torrente de quemantes lágrimas, mi
respuesta romántica ante
la indolencia de más de una Colombina.
¿Vale la pena, Pierrot. derramar lágrimas
por la Colombina que
se entrega al Arlequín de turno?
¿Vale la pena, Pierrot, entristecerse
porque Colombina prefirió las bufonadas de Arlequín y despreció las nuestras?
Siempre encontraremos en nuestro camino
empedrado de romanticismo, Pierrot, amigo, una Julieta, símbolo del sacrificio,
para viajar con ella a la desconocida eternidad.
Librémonos, Pierrot, de Colombina.
Apiadémonos, Pierrot, de Arlequín.