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viernes, 30 de noviembre de 2018

CITA


 CITA
                                     A Nelys Antonia

¿Cuántas veces más, amada omnisciente, la aguardaré solicitario y esperanzador en una multitud informe para calmar la sed que sólo su compañía apacigua, el hambre que sólo su aliento calma y oír la música que ilumina mi espíritu angustiado?
¿Tendré la paciencia de Job, amada increíble, para esperar en mi recóndita covacha, que venga con su antorcha angelical a iluminar sus extraños senderos, a humedecer sus resecas paredes, a oxigenar su irrespirable y minúsculo espacio y a colmar con unas pocas gotas de providencial aguas su vacío manantial?
Sé, amada generosa, que mi perseverancia en la espera tendrá su prodigiosa gratificación sin el antipático límite del tiempo real pero con la anuencia cómplice del tiempo poético, que rige en mi calendario alocado.
¿Por qué, amada bienhechora, habitante única de mi diminuto y agradable mundo, vendrá ella a la cita sin fecha? Porque cuando le dije “Te querré hasta que el hastío me destierre de tu corazón”, ella me respondió: “Te querré hasta que el cansancio me aleje de tu alma”.







MUERTE


MUERTE

Cuando la dama invisible, amada, venga hasta mí a cobrar la deuda que todos contraemos con ella al nacer y me conduzca al ignoto mundo del que no se regresa, no quiero que de tus vivaces ojos, brillantes cual miríadas de luces solares, brote ni siquiera una lágrima delatora de la pena, que supongo, te embargará y transmutará la alegría que permanentemente ilumina tu rostro en tristeza doliente.
Yo sé, amada, que  mi viaje a la eternidad será dentro de uno o dos milenios poéticos, que como ya te lo he dicho antes no guardan relación alguna con la temporalidad real. Y si para entonces me sigues amando, dueña mía, te ruego, con todas las fuerzas de mi alma ya envejecida por los años, que cada día, en mi modesta tumba, que sólo tú conocerás, porque carecerá de  lápida y tendrá nada más una rústica cruz de madera que tallaron tus manos, coloques una flor del camino, amarilla, blanca o roja, de esas que en abundancia produce la naturaleza para colorear y perfumar los paisajes, pero cuya vida es efímera cual la luz de los relámpagos.
Nadie más que tú, amada, deberá saber de mi viaje sin retorno hacia ese largo túnel, de penumbras en pos de la brillante luz que hay al final para entrar, vuelto espíritu, porque mi cuerpo regresó a la tierra, al maravilloso mundo celestial en el que las penas y sufrimientos terrenos son inexistentes, dado que allí sólo tienen lugar la paz, la musicalidad, lo angelical y la alegría sin límites.
¿Lo harás, amada?


jueves, 29 de noviembre de 2018

ENVIDIA II


ENVIDIA II

Siento  envidia, dulce amada, del humilde carretero que todos los días, con su cargamento de flores cultivadas por él  primorosamente, vendía luces y fragancias a lindas doncellas de distantes pueblos, comarcas y ciudades y a su regreso, cansado y exhausto, siempre tenía quien lo esperara con un beso y suculenta comida que consumía vorazmente para saciar el hambre.
Siento envidia, amada deliciosa, del jardinero que es capaz de proporcionarles a las plantas el abono exacto para que produzcan  las flores de narciso, mirto, azucena, lirio, rosa, claveles y dalias más hermosas.
Siento envidia de las caudalosas y cristalinas aguas del río, amada encantadora, porque a sabiendas de que su destino será ser devorado por las fauces del mar, no deja de saciar la sed del hombre y de los animales, ni deja de cantar, ni deja de regar los sembradíos ni deja de limpiar los cuerpos de los bañistas.
¡Oh, río admirable, que tienes el valor, que yo no poseo, de enfrentar tu destino sin desatender tus faenas diarias!



SEGUIRÉ


SEGUIRÉ

Está escrito en el invisible libro de mi vida, amada, que para llegar a la cumbre de una escabrosa montaña debo luchar, hasta lograrlo, con todos los obstáculos que encuentre, y si mil veces me resbalo y caigo desplomado al sitio de partida, descansaré brevemente y seguiré adelante, sin mirar hacia atrás.
            Y como premio a mi perseverancia,  recibiré el encanto de tu amor porque tú estarás en la cima esperándome para alabar juntos la belleza del paisaje y la cercanía engañosa  del cielo.
            Está escrito en el libro de mi vida que venceré con paciencia jobiana y sencillez franciscana a las desérticas y candentes arenas del desierto y las terribles distancias hasta llegar al oasis edénico donde estarás tú, amor, para saciar mi sed con el agua purísima de manantial, para apagar mi hambre con los dátiles que has guardado primorosamente para mí y sanar con tus caricias múltiples a mi agotado cuerpo.
            Y seguiré.
            Y seguiré venciendo retos que me hagan digno de tu amor.
            Y nos amaremos en la vida y más allá de la vida.
            Porque nuestro amor está bendecido con el don de la eternidad.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

OTRO


OTRO



La magia de tu palabra, sencilla como el pétalo de una flor, el vuelo de un colibrí y la cristalina y madrugadora gota de rocío, obró en lo más íntimo de mi ser el inesperado  milagro de la transformación en otra persona, totalmente distinta a la que había sido hasta el inolvidable momento de tu llegada e incorporación por siempre, a mi vida, entonces simple y reducida a lo elemental.
Tu palabra, amada, convincente y firme como la añosa roca y el enhiesto y centenario árbol, no obró el milagro de mi conversión elevando su tonalidad para persuadirme, sino manifestándose natural y despojándose de todo cuanto perturban su particular grandiosidad y elocuencia.
Desde entonces, bondadosa hada del mundo multicolor y fascinante de mis sueños, que quisiera interminables, dejé de usar mi deslucido traje gris y mis roídas sandalias de impenitente con los cuales recorrí desconocidas rutas que me condujeron, exhausto, a aldeas, pueblos y ciudades cuyos nombres olvidé raudamente para evitar el sufrimiento de la nostalgia.
Tú, amada, dechado de virtudes propias, con tu singular sapiencia y el prodigio de tu verbo, me convertiste en otro sin que dejara de ser yo.

                      






ESPERAR


ESPERAR


Recurriré a Job, bien mío, el glorioso patriarca bíblico, para que me prodigue el don de la paciencia que haría menos dolorosa la espera, que siento infinita, de tu presencia en mi escondida covacha de ermitaño.
Ese día, que ha de llegar cuando la brújula de tu corazón te oriente hacia donde me encuentro, solitario y triste, con la única compañía de tu recuerdo, ya borroso en mi mente por la larga espera, me reconciliaré con la vida y festejaré contigo libando el exquisito vino que añejé para ti, iluminando tu cabeza con una guirnalda de bellas flores de mí jardín, amorosamente cultivado, y cantando cual niño sublimes canciones que tú escucharás embelesada de amor.




martes, 27 de noviembre de 2018

TIEMPO


TIEMPO


Tiempo: aleja hacia desconocidas galaxias la pena que me atormenta el alma para que mi amada no sepa que sufro por ella. Necesito tanto su presencia física que llena de regocijo mi corazón de poeta enamorado!
Tiempo: lleva rápidamente mis lágrimas al mar para que se confunda con sus aguas y mi amada no sepa que lloro por ella  ¡La añoro tanto!
Tiempo: Devuélvete justo al momento en que conocí a mi amada, que tanta felicidad me ha ofrendado.
Tiempo: Acelera tu paso para que más pronto regrese mi amada a llenar el vacío yacente en nuestro lecho desde hace un milenio.
Tiempo: Borra de mi rostro toda huella de sufrimiento por la ausencia de mi amada para que a su regreso la luz de lo prodigioso la deslumbre de amor.
Tiempo: Devuélveme la juventud que me robaste, sin resistencia y sin conciencia de haberla perdido, para que mi amada no vea las arrugas que me dejaste a cambio de lo sustraído, ni la melancolía que consume cada tuétano de mis huesos,  y vea en mí la lozanía que tuve hace milenios.
Tiempo: Llévate bien lejos -a otra dimensióm- mi miseria y transfórmame en un opulento personaje para complacer todos los caprichos de mi amada, por más inverosímiles que sean.
Tiempo: Hazme un poeta de florida y agradable obra para leerle a mi amada mis versos y transportarla en alas de la imaginación a exquisitos parajes y no fastidiarla más con peroratas impertinentes.

MELANCOLÍA


MELANCOLÍA


Estoy enfermo de tu ausencia, amada, y la sonrisa que de mi rostro asoma a borbotones, cual de los volcanes la lava, cual de la botella la champaña o cual de la catarata el agua indomable, no transmite alegría.
Es esta sonrisa, amada, una máscara para disfrazar mi honda pena, ese filoso puñal que lacera, inclemente, mi debilucha carne, incapaz ya de resistir un dolor que sólo la esperanza de tu regreso, después de un milenio poético, lo mitiga. Y por eso río a carcajadas en lo alto de una montaña prodigiosa e imaginaria para oír el eco de esa risa. Y regocijarme. Y sentirte a mi lado observando el paso raudo de las aves hacia sus nidos.
¡Oh, melancolía que me devora el alma! ¡Oh, melancolía compañera de mis penas que sólo tu amor cura, amada!
¿Alejarás de mi pobre alma esa melancolía que me devora lentamente con calculada perversidad?

lunes, 26 de noviembre de 2018

FLORA


FLORA




¡Vámonos, amada , hasta  el pie del milenario y gigantesco árbol para disfrutar de la sinfonía que nos obsequian sus ramas cuando son besadas por la traviesa e incansable brisa!
            Ese árbol, amada, que se despoja de sus hojas durante el otoño,  luce en invierno, al ser acariciada por el agua bienhechora de la prodigiosa lluvia, un traje verde que lo rejuvenece.
            De ese árbol amistoso, amada, donde los pájaros construyen sus nidos, proviene una porción del oxígeno que nos permite respirar aire puro
            Ese árbol, amada, más viejo que tú y que yo, morirá de pie, pero sus ramas y tronco se transformarán en leña para mantener el fuego que espanta al frío y cocina los alimentos o servirán de cimiento a la vivienda.
            ¡Vámonos, amada, hacia el prado a llenar nuestros pulmones de aire, gritar a todo pulmón nuestro amor, juguetear con las multicolores mariposas e intercambiar primorosas florecilla silvestres!
            Nunca quisiera, amada, despedirme del árbol.
            Nunca quisiera, amada, decirle adiós al prado.
            ¡Vámonos, amada, hasta la selva, para oír la mágica voz de los pájaros, de los insectos y de los lejanos animales salvajes!
            Es increíble la selva, amada.


DIANA


DIANA


            El personaje Diana de la mitología griega, amada mía generosa en cariño, era la diosa de la caza, pero a la vez simbolizaba la virginidad y el nacimiento.
            Diana Palmer, esposa, al fin, después de muchos años de noviazgo, de El Fantasma, el que nunca muere, el vengador de los débiles, el caminador, el ubicuo, ha sido para mí, desde mis primeros atropellados años, un personaje inolvidable.
            Me declaro, aunque sean amores prohibidos, su enamorado eterno, al igual que de Luisa Lane, la novia de siempre de Superman, al que su coraza de hombre de fortaleza increíble le cierra las puertas de su corazón al amor.
            Cómics únicos, vida mía, que los percibo reales porque me hacen vivir aventuras.
            Personajes que nunca envejecen, como Periquita, como Mafalda, como Pepita la de Lorenzo Parachoques, como tú, como yo.
            Pero si Diana, alma mía, simboliza la belleza espiritual extrema, escrito el nombre en minúscula significa la horripilancia, que quiero borrar de mi mente, del despertar con estrepitoso ruido, al alba, de los soldados que abandonan sus dormitorios en tropel para evitar el castigo horrendo de sus superiores.
            Y es también una superficie redonda con círculos concéntricos que se utiliza como blanco en los polígonos de tiro.
            ¿Por qué,  bien mío, diana tiene esa simbología extrema de crueldad guerrera y amor sublimizado?








domingo, 25 de noviembre de 2018

BOLERO


BOLERO


  Bailemos, bailemos, bailemos amada del alma, sin prisa,
sin temor de que tus pies pisen los míos,
ni que los pies míos pisen los tuyos, este bolero tan romántico.
¡Qué importa, amada, que no dominemos el arte de la danza!
Estamos solos, en  el rincón íntimo de nuestras almas.
Nadie, excepto tú yo, se reirá de nuestra torpeza en el baile.
Basta que yo sienta en mi cuerpo tu trémulo aliento.
Basta que tú sientas en tu cuerpo el fuego sublime del mío.
¡Qué dicha tan grande nos transmite el bolero impregnando a nuestros espíritus abatidos por la rutina  el exacto amor de su letra y su música!
Vayamos, amor, a nuestra playa única a compartir con las aves marinas
el néctar musical  imaginario que nos regala el bolero.
No importa que sea cursi
la letra del bolero.
Seamos banales, seamos cursis, seamos anacrónicos.
¡Qué importa!
El  bolero refleja nuestros estados de ánimo y nos reconcilia con la vida.
¡Qué importa!
Nos gusta ser cursis.
La melodía del bolero que escuchamos y bailamos torpemente
regala a nuestros espíritus la sensación exclusiva de la felicidad.
¡Disfrutemos del bolero, antes de que sus melodiosas notas se apaguen!







REINA


REINA

A Cruz Victoria

            Tú, amada, tan generosa y tan galante, no tienes un trono con súbditos que te sirvan y alfombren de pétalos exquisitos de rosas amarillas, tulipanes, narcisos, orquídeas y flores silvestres de vivos colores, el suelo que tus delicadas sandalias pisan; payasos que iluminen con sus gracias y travesuras tu rostro que tanta ternura delata y es suave como el terciopelo y terso cual la piel angelical  de una niña recién nacida y jardines de mirífica belleza, alimentados con agua de edénico manantial.
            Pero en mi prodigiosa imaginación, amada consentida de las singulares musas que cada día me reconcilian con la poesía, toda tuya, como yo y como el aire que respiro, hay un palacio de sueños que construí para ti y para nuestros diminutos y amistosos duendes.
            Allí, entre el cántico de esplendorosas, cautivantes y juguetonas avecillas disfrutamos de la música de un concierto único que purifica nuestros espíritus, fortalece nuestras vidas y nos transforma en seres felices, bien distantes de estorbosos ruidos y de terribles factores contaminantes.
            En ese palacio, amada vivificante, luz que ilumina mis tormentosos caminos, oasis de aguas cristalinas en mis desiertos de escandalosas arenas, sólo tú eres la reina y yo tu sumiso lacayo que con extraordinaria agilidad cumple tus mimosos deseos.









sábado, 24 de noviembre de 2018

FRAGANCIA


FRAGANCIA



Tu cuerpo, amada, tan suave como el terciopelo y tan terso cual la piel de un niño, siempre, por el perfume que me obsequias, parece recién salido de nuestro apacible y amigable manantial o de la ducha que con sus hilillos de cristalina agua te arrancan sonoras sonrisas de felicidad.
Tú lo sabes, amada de infinita juventud, desde que hace un milenio poético llegaste a mi vida para iluminarla, vitalizarla y alejarla del otoño que inevitablemente llegó y transmutó en algodón el ébano de mis cabellos. Y por ello, amada increíblemente esplendorosa, me abrazas, jugueteas conmigo, me mimas, acercas tus labios a los míos y me gratificas con tus cánticos dulcemente entonados, para confundirte conmigo en una sola carne y transmitirme tu perfume.





POESÍA


POESÍA

No creas, amada de increíble tolerancia, que mi ingreso al mundo de la poesía, donde me siento tan a gusto, se produjo en el río de Marabal, en lo recóndito del corazón de mi niñez biológica campesina o en el rostro de una niña encantadora como tú.
No, amada de ternura infinita, fue en la odiosa sombra de un cuartel, lleno de crueldades insólitas, de superiores inmisericordes y deshonestos, de seres robots sin un átomo de piedad hacia el débil.
Y mi primer poema, un soneto, tuvo como título “El fusil y el deber”, del cual subsisten todavía en mi memoria, resistente al olvido total,  algunas estrofas, que por odiosas, no te las recito para que me acompañen a la tumba y se confundan con el polvo de la tierra, como mi cuerpo todo.
Ese fue, amada de increíble belleza, el génesis de esa poesía que cautiva a tu espíritu y te hace soñar, como a mí, con estrellas, música, naturaleza salvaje, jardines edénicos, querencias, ideales, delicias y amores perfectos.
¡Cuánto amo a la poesía que nutre  mi vida de exquisita libertad!
¡Cómo aborrezco a los cuarteles forjadores de tiranos despreciables!
¿Por qué fue un cuartel, amada sueño y realidad, y no tu regazo, o el canto de los pajarillos, o el sonido musical de la corriente de mi río, el génesis de esa poesía que tanto alabas?
¿Sería para que me protegiera de la bayoneta que llagó mi juvenil cuerpo y del castigo sin motivo de la barbarie cuarteril?


viernes, 23 de noviembre de 2018

KARMAS


KARMAS


¿Te conté alguna vez, amada, que creo en la reencarnación y por lo tanto tengo la absoluta seguridad de de haber vivido y reencarnado muchas veces, tantas, que se han esfumado de mi memoria y no las recuerdo? Cada una de estas vidas pasadas dejó el signo de su karma en mi vida presente, de allí la explicación de todas mis vivencias actuales, las dulces y las amargas, las agradables y las crueles, los triunfos, que sí los he tenido, y los fracasos que han superado a los primeros y los deseos de vivir, amén de muchísimas otras experiencias que prefiero obviar para no lastimarte y trocar tu alegría de niño en dolor adulto.
En una de mis tantas vidas pasadas, amada increíblemente paciente y dulce, fui árbol de singular esbeltez y belleza, que brindó oportuna sombra al cansado viajero y al cumplir su ciclo vital fue leña y lumbre para el labrador.
En otra vida fui caudaloso río que mitigó  la sed de mucha gente y sirvió de canal de comunicación a las comunidades circundantes.
En una tercera vida pasada fui, rey en un país extraño que abjuró de sus creencias, basadas en la verdad y la justicia, para plegarme a otras totalmente contrarias en las que destruí libros y lastimé con saña a los niños y a los débiles y  privilegié a los poderosos.
En otras fui labrador, pordiosero, poeta, soldado, aventurero y músico, oficios, amada, que desempeñé torpemente pues mis sembradíos no producían frutos, mis súplicas no eran correspondidas, mis poemas nadie los leía, mis batallas jamás tuvieron la recompensa del éxito, mis aventuras siempre me conducían al mismo sitio y mi música nadie la escuchaba.


VIDA


VIDA


‘Vida: Nada me debes.
Vida: Nada te debo.
Vida: Estamos en paz”.

Amado Nervo


Vivir sin ti, amada, es sentir diariamente la presencia de la muerte carcomiendo, con indescriptible saña, cada porción de mi débil cuerpo, cansado ya de tanto sufrimiento.
Vivir sin ti, amada de toda la vida, es morir lentamente.
Vivir sin ti, amada de siempre, es transitar en solitario y descalzo el desierto que me quema con sus brasas mis adoloridos pies.
Vivir sin ti, amada exquisita, es naufragar en el impetuoso mar sin esperanza de sobrevivir a la adversidad por la ausencia de un madero donde flotar hasta la lejana playa.
Vivir sin ti, amada amada, es como encontrarse en el embudo de un tornado a la espera, torturante, de que disminuya su velocidad para conocer en cuál lugar del mundo aterrizaremos
Vivir sin ti, amada purísima, es semejante al derrumbe de los más elaborados sueños para transformarse en terribles pesadillas.

 

 



jueves, 22 de noviembre de 2018

ENVIDIA


ENVIDIA



Siento  envidia, dulce amada, del humilde carretero que todos los días, con su cargamento de flores cultivadas por él  primorosamente, vendía luces y fragancias a lindas doncellas de distantes pueblos, comarcas y ciudades y a su regreso, cansado y exhausto, siempre tenía quien lo esperara con un beso y suculenta comida que consumía vorazmente para saciar el hambre.
Siento envidia, amada deliciosa, del jardinero que es capaz de proporcionarles a las plantas el abono exacto para que produzcan  las flores de narciso, mirto, azucena, lirio, rosa, claveles y dalias más hermosas.
Siento envidia de las caudalosas y cristalinas aguas del río, amada encantadora, porque a sabiendas de que su destino será ser devorado por las fauces del mar, no deja de saciar la sed del hombre y de los animales, ni deja de cantar, ni deja de regar los sembradíos ni deja de limpiar los cuerpos de los bañistas.
¡Oh, río admirable, que tienes el valor, que yo no poseo, de enfrentar tu destino sin desatender tus faenas diarias!



 

 

 

 



LÈEME


LÈEME



            Hasta que tú no lees, amada inmensa, cada palabra que vierto en el solitario papel para que escapen de mi angustiada conciencia los textos poéticos o periodísticos, razones, contigo, de esa lucha de cada día, no confío en su belleza estética, capaz de encantar a lectores anónimos que nunca conoceré.
            Sé, amada única, de la inconmensurable simpatía que sientes por todo cuando escribo, aunque carezcan de valor literario y tengan la profunda herida que dejan en mi escritura la impericia ortográfica que poseo y no puedo superar, y la incoherencia, rayana en caos, de la ausencia de concordancia entre una estrofa y otra.
            No tienes el valor, amada mía, de mostrarme los errores, muchos, que subyacen en cada texto que texto que escribo para ti.
            Crees herirme, bella amada.
            Y por eso, sí, toleras mis errores escriturales.
           Y me alabas.
            Léeme, amada ideal, con espíritu crítico.
            Señala cada error, por mínimo que sea.
            Yo no me sentiré triste, amada.
            Yo no dejaré de emborronar cuartillas, amada fiel, hasta acercarme a la perfección.
            Como hacía Juan Ramón Jiménez.
            Léeme, amada consentida, como si el texto no fuera mío.
            Léeme, sí, no me complazcas, para acercarme un poquito cada día al poema exacto.


miércoles, 21 de noviembre de 2018

HÁBLAME


HÁBLAME



Cuando me veas triste, amada silenciosa, tararéame, junto a mis oídos, la canción “Susanita”.
Seguro que esta canción, amada, de la cual ignoro quién escribió su letra y la colocó en el pentagrama, mandará a la estratosfera  la tristeza que me acongojaba, no sé por qué.
Cuando me veas callado, amada, yo que soy un fastidioso parlanchín, háblame con la ternura que sólo tú sabes prodigar.
Y mi increíble mudez de roca, de bóveda, de tapia, desaparecerá como por arte de magia.
Y te contaré el cuento que nunca habías oído de mí y te recitaré el poema que escribí para ti.
Cuando me veas preocupado, corazón, háblame con tu delicada voz para que mi preocupación se convierta en tranquilidad edénica.
Cuando me veas divagando, amada, pronunciando palabras incoherentes, como si estuviera loco, háblame con tu delicadeza musical para que recobre la normalidad.
Y entonces, amada, besaré tus labios como ofrenda romántica a tu abnegación.
Y brotarán lágrimas de mis ojos, no de tristeza, sino de alegría.
Y te amaré más que ayer y menos que mañana.



 

 

 

 






PRISIONERO

PRISIONERO



¡Feliz prisión la mía, amada adorable!
Las rejas de esa prisión, amada,  de la que nunca quisiera salir, son tus abrazos, que al sentirlos en cada átomo de mi vida sin libertad, me conducen en un  leve carruaje de amor a los confines de la excelsitud que sólo disfrutan los amantes.
Los castigos de esa prisión, amada convertida en guardiana de mi celda, son tus besos, alimento cuya calidad y cantidad depende de cómo me comporto: poco si mi conducta es errática;  bastante si mi comportamiento es irreprochable.
Soy un buen prisionero, amada, y me alimento con tus besos, no furtivos como los del colibrí, sino generosos en tiempo, no cronometrables, por la  magia que transmiten y enloquecen las agujas de la temporalidad.
Seré toda mi vida, amada, huésped de tu cárcel tan confortable.
Seré toda mi vida, amada, huésped de tu cárcel, prodiga en atención.



martes, 20 de noviembre de 2018

VÓRTICE


VÓRTICE




                                                                                                                
            Caigo  en trance de vórtice, amada, embriagador vórtice, subyugante vórtice, cada vez que tus húmedos, tentadores y trémulos labios se posan sobre los míos, ásperos y huérfanos de sensualidad.
            Caigo en trance de vórtice, amada, cada vez que nos abrazamos y mi cuerpo todo se confunde con el tuyo y tu cuerpo todo se confunde con el mío.
            Tú no mes ves, amada, porque es un torbellino íntimo, que sólo yo disfruto, un trompo que da vueltas en mi mente hasta que al perder su impulso cae irremediablemente al suelo.
            Vórtice que sólo la fuente nutricia de tu amor produce y, brevemente, hace estremecer dulcemente cada fibra de mi cuerpo, hueso o carne.
            Ráfaga de amor que sólo tú, amada, me proporcionas con tus besos y tus abrazos.
            Torbellino de amor que sólo tus mimos y caricias, amada, tienen el don único de inducir para que me crea caracol o el agua del embudo que en la Mitad del Mundo cambia su trayectoria según el hemisferio donde se le coloque. 




COLOFÓN


COLOFÓN

A ti, amada omnisciente y ubicua, producto de mis vivencias oníricas, de mis fantasías y una que otra realidad, van dirigidas estas páginas que debieron haber tenido vida hace siglos o quizás milenios.
         Porque yo, amada inmortal y luminosa, he vivido muchas vidas, y ésta de ahora, que he compartido contigo y con muchas otras doncellas, es apenas la continuación de una existencia anterior, que presumo transcurrió en una friolenta aldea de labradores de inconmensurable altura, y el pórtico de otra ya cercana que no sé cómo, cuándo ni dónde se materializará.
         ¿Por qué te hablo de siglos y milenios en vez de años y meses, como sería lo natural? Porque mi discurso, simple como una gota de agua y diáfano como la sonrisa de un niño, está expresado en lenguaje poético, que nada tiene que ver con el tiempo real.
         A ti, dulce y consecuente amada, que durante milenios has estado aposentada en lo más recóndito de mi conciencia sin que yo lo notara, puesto que esa era tu soberana decisión, debo la inspiración de esta obra, que aparentemente son producto de mi talento e inteligencia, pero que en honor a la verdad te pertenecen porque tú le insuflaste vida con tu inagotable numen, y mi participación en ese proceso de creación poética fue de simple partero o de canal de comunicación para que viera la luz e irradiara sus rayos a todos aquellos lectores que se aproximen a ella. ¡Gracias, amada eterna!
















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