SAMARITANA
Ofreció Cristo,
a la samaritana,
calmar su sed
con agua eterna.
KAKISTOCRACIA
Los criminales
sembradores
del kakistócrata
narcodictador
Nicolás Maduro,
no siembran flores,
ni árboles frutales,
ni plantas
medicinales.
No, los muy cobardes,
con los rostros
cubiertos
con antifaces de
muerte,
siembran terror
para cosechar miedo.
Siembran sombras
para embrutecer al
pueblo.
Siembran mentiras
para cosechar
verdades.
Siembran hambre
para cosechar
dependencia y sumisión.
Siembran drogas y
armas de guerra
para cosechar
culpables de todos los delitos
entre la disidencia
política.
Siembran escasez
para cosechar miseria
y muerte.
Siembran tormentas
para cosechar
tempestades colectivas
que dominan con
metralletas, fusiles, bombas letales y tanquetas.
Siembran
desinformación, cerrando periódicos,
Radios y televisoras
y portales digitales
para cosechar
apagones colectivos de información
para ocultar sus
crímenes de lesa humanidad.
LIBERTAD
“Más quiero una
libertad peligrosa
que una esclavitud
tranquila”.
Mariano Moreno
Gallarda libertad
amordazada
por las fuerzas
letales del tirano,
que quiere convertir
al ser humano
en huésped de
mazmorra ensangrentada.
Te tiene, libertad,
encadenada
a sus designios de
sangre el villano
que a fuerza de
terror al soberano
somete con su furia
despiadada.
Del hombre eres, oh
libertad, un don
que por siempre debemos
defender,
a riesgo de la paz
y de la vida.
La libertad del mundo
es la razón
del verbo, del
progreso y del saber.
por la barbarie del
déspota herida.
SIEMBRA
Llegó
la hora, amor, de abrir con la coa de nuestros ancestros aborígenes huecos en
la opima tierra, que no protestará, para sembrar las semillas que en pocos días
brotarán gracias al agua limpia que hemos tomado del rico manantial de los
sueños que sustentan nuestra realidad o que caerá del cielo cuando lloran las
nubes.
Y
llegará la hora prodigiosa del cultivo.
Y
recogeremos regocijados, en los cestos que tú has elaborado con tus manos, toda
magia, los frutos que hemos sembrado y cuidado cariñosamente.
Y la
tierra de nuestro cercado ya no estará sola.
Y no
tomaré más, amor de gracia lleno, la fruta del cercado ajeno, porque la cosecha
será copiosa cual el agua del rio o del mar.
ODALISCA
Gracias al prodigio de la poesía,
que se nutrió de la fuente inagotable de inspiración que es Las mil y una noches, cuya mirífica agua
de amor sorbí hasta saciar mi sed de temerario nómada, ya no serás, primorosa
odalisca, con atuendo de seda única, teñida de sensualidad celeste, púrpura,
lila, sol y alba, esclava de ningún obeso, caprichoso y ordinario sultán.
Ahora eres reina, odalisca soñada
que danzas coquetamente en el salón de baile con quien te liberó de las garras
de ese ser arrogante, perverso e insano que la magia de mis letras convirtió en
tu bufón, para que te hiciera reír y besara con zalamería tus delicados pies,
cuyas sandalias él quita con su asquerosa boca.
Llevas en tu cabeza, cubierta de
suave y frondosa cabellera negra, cual diamante más preciado, una diadema que
yo mismo construí con pétalos de mirto, de rosa amarilla, de clavel oloroso a
canela, de dalia y de gardenia que te hacen lucir más bella, más majestuosa y
más poética.
Ya eres libre, primorosa odalisca,
como la mariposa que juguetea en mi mi jardín de ensueño, que sólo tú conoces,
como las avecillas dueñas del espacio y el copo de los árboles y arbustos, como
la corriente del río que inevitablemente es devorado por el mar o como el aire
que respiras y besa tus cabellos.
Odalisca dueña de mis sueños, de mis
sentimientos, de mi tristeza que transformas en alegría.
¡Cuánta
gracia transmites, odalisca, cuando celebrando tu libertad cantas en la
bucólica montaña para oír tu eco o corres, alborozada, por la pradera que tú
disfrutas con los grillos cantarines, las mariposas rojas, amarillas,
matizadas, verdinegras, violetas y azules, las aves silvestres, los niños
juguetones y traviesos y los enamorados, que encuentran en ella un espacio
propicio para el galanteo idílico.
INTERROGACIONES
Estoy cansado
de tanto sufrimiento.
¿Me aliviarías?
Estoy muy triste
Por tanta soledad.
¿Me alegrarías?
Me mata el frío,
Me consume el calor.
¿Me arrullarás?
La sed agobia
Mi humanidad desértica
¿Me darás agua?
Siento hambre atroz
Y mi cuerpo
enflaquece.
¿Me ofrecerás pan?
OJOS APAGADOS
Al niño Rufo Chacón
un policía criminal
con balines
infernales
sus dos ojos apagó.
¡Qué triste está Venezuela¡
El mundo está
conmovido.
En las montañas
andinas
se oyó un grito de
impotencia:
¡Cómo se puede
atentar
contra un niño que
tan sólo
protestaba, con su madre,
por la carencia de
gas!
Dios es grande,
escribió,
una dama esperanzada,
y pronto verás el
cielo
de tu patria
escarnecida
por asesinos
cobardes,
que a todos los niños
quiere,
robar la luz de sus
ojos
para que observar no puedan
la destrucción del
país
y luchar
valientemente
contra tanta
iniquidad.
Yo, niño Rufo,
mis ya viejos ojos,
te regalaría
si posible fuera
para que a Caracas
vieras
y sus atrocidades
y contemplaras el rostro
de hiena rabioso
de quien con saña te
sumió
en el mundo de las
sombras
y la cara de monstruo
de quienes ordenaron
privarte de tus ojos.
Esa siniestra cadena
de mando
que contra el pueblo
dispara sus letales
armas
para acallar las
protestas
por los malos
servicios
de salud, gas, agua,
electricidad,
carencia de comida y
medicina.
Tú volverás, niño
Rufo,
a recobrar la luz.
Jesucristo le
devolvió la vista
al ciego de
nacimiento
con fango húmedo
sobre sus párpados.
Él obrará el milagro
con auxilio de la
ciencia médica.
Verás nuevamente las
montañas
de tu Táchira andina
y volverás a ser
un niño esperanzado
de lograr tus
objetivos
en la academia
para brindar a Venezuela
el fruto de tu
esfuerzo.
Esos criminales que
te agredieron
son unos miserables,
engendros del diablo,
basura de la
historia,
seres inhumanos
que todos desprecian.
OPRIMIDO
El oprimido,
al perder el temor,
dijo: soy libre.
Y recobró las calles.
Y tembló el dictador.
Y vomitaron fuego
las destructivas
armas
aliadas de la muerte.
Y el asfalto se tornó
en rojo carmesí
por la sangre vertida
por las inermes
víctimas.
BESAR
Sequé tus lágrimas,
amor, con besos
para que, en vez de llanto,
de tu rostro de magia
y embelesos
emane luz y canto.
Es sublime besarle al
ser amado
la pupila y la
frente,
los labios, los ojos,
el perfumado
cabello irreverente
Que reduce la furia
de los vientos
y lo transforma en
brizna,
capaz de seducir a
mis tormentos
y volverlos llovizna.
TIEMPO
1
Es tiempo de vivir,
de amar, de meditar,
de volver nuestros
ojos
hacia viejos
paisajes.
2
Es tiempo de crear
un mundo sin
fronteras,
ciudadanos sin yugos,
niños con libertad.
3
Es tiempo de pensar
en un mundo sin
guerras,
en un mundo sin
traumas
de hambre, sed o
miedo.
4
Es tiempo de gritar
en el campo, en el
río
mil dolientes
protestas,
mil ahogantes
pesares.
5
Es tiempo de decir
las ocultas verdades,
aunque caigan los
ídolos
y los monstruos
sagrados.
6
Es tiempo de alejar
del corazón las
penas,
de trazar nuevas
rutas
y volver a empezar.
7
Es tiempo de lanzar
por los aires un
canto,
de trocar por la paz
los letales misiles.
8
Es tiempo de acallar
las voces de dolor,
de quebrar en pedazos
el hacha del verdugo.
y 9
Es tiempo de sentir
vergüenza, odio y
rabia
por la crueldad del
sátrapa,
por la guitarra
herida.
ROSAS
En
mi poético jardín, nutrido con impoluta
agua del rocío matinal, sembré con mis manos ya rugosas por tanto uso, plantas
de rosas amarillas, que al abrir sus
delicados botones para que los pétalos me ofrendaran su belleza amarilla
parecida a la brillantez del oro, al trigo,
al vestuario floral del araguaney, al girasol y a mi tristeza.
Rosas
llevaba María a la habitación de Efraín para embellecerla y sublimizarla de
ella y rosas amarillas, rojas y blancas poetizan la hacienda El Paraíso,
escenario física de la inmortal novela de Jorge Isaacs, que conocí, y donde
sentí una sensación única de amor, paz, de poesía.
Rosa,
pero amarilla, era la flor preferida de Juan Ramón Jiménez, el inmortal autor
de “Platero y yo”. En Moguer, ¡Oh poesía!,
conocí el pesebre de Platero y también su tumba de Fuentepiña que cada
año los poetas españoles visitan montados en borriquillos.
En
otra vida quisiera ser jardinero para sembrar rosas amarillas.