PASCUA
Al tercer día
Cristo resucitó
de entre los muertos.
Y la Pascua llegó
pletórica de vida.
PASCUA
Al tercer día
Cristo resucitó
de entre los muertos.
Y la Pascua llegó
pletórica de vida.
SÁBADO DE GLORIA
Día de gloria.
¿Por qué Dios enmudece?
Llora María
la muerte de Jesús
desconsoladamente.
FUERZA
Quiero, Señor,
fuerza para abatir
los demonios que
turban
mi vida toda.
Dame, Señor,
fuerza para vencer
tantos demonios
crueles
que al mundo azotan.
Demonios verdes
vestidos de
esperanza.
Demonios rojos
vestidos de mentira.
Demonios que
amortajan
a la humanidad,
con falsas promesas
de bienestar.
Demonios: ¡Huyan del
mundo!
Dejen que el pueblo
en paz conviva.
¡Libertad! ¡Libertad!
PIANISTA
Pianista fílmica,
juguetearon tus manos
con gracia y sal
en cada tecla sacra.
BESO
Besa mis pies,
el agua del océano,
de sal brotado,
y luego escapa rápido.
DESNUDOS
No me verás
en tu cuerpo desnudo
apoltronado.
No te veré,
bien mío, apoltronada
entre mis piernas.
SEPULTURA
Para el que muere en
la guerra, bien mío –se lee en el Mahabbarata-
es lo mismo el triunfo que la victoria. Y yo escribo: Para el que muere, le da
lo mismo que lo entierren en una tumba de pobre, en un majestuoso mausoleo de gente
adinerada, noble socialmente o de héroe histórico. O bien, que sus restos sean
incinerados y lanzados al mar para que se confundan con sus aguas o en el
sagrado río Ganges. O que no lo entierren y sus despojos sean devorados por los
zamuros que siempre visten de frac, y cumplen en la tierra la misma función de
la langosta en el mar, al limpiarlo de inmundicias, para después, cuando cae en
la red del pescador, convertirse en apetitoso plato de los restaurantes cinco
estrellas.
Para el que muere,
amor, le da lo mismo que alaben su trayectoria en el mundo o que la ignoren y
la llenen de ignominia.
Para el que muere,
bien de mi vida, le es igual que coloquen en su sepultura una rosa amarilla o
roja o la cubran de abrojos.
Para el que muere,
amada mía, le es igual que coloquen en su tumba un epitafio o una rústica cruz
de madera, como la de Jesucristo, o de metal, con o sin fecha de nacimiento y
de deceso, en letra menuda o grotesca.
SEGUNDOS
A Esthelarez
Un
segundo real de tu tiempo, dama de exquisito verbo, de inspiración ilÍmite, de
amor excepcional hacia la Colombia de su alma y de rostro fílmico o novelesco,
se convierte en mi angustiada y pesadumbrosa humanidad en siglos poéticos.
Un segundo real de tu tiempo, dama virtual que has alfombrado con singulares
telas de inimaginable textura el camino por donde transito para llegar pronto a
tus dominios de letras, música y mansedumbre, es la realidad poética alejada de
la temporalidad más excelsa, y tu orilla y la mía tan cercanas, que
puedo acariciar suavemente tus cabellos primorosamente conservados, mirarme en
tus ojos de espejo y sentir tus trémulos labios a la espera del beso que por
timidez no te ofrendaré, y tú, inquisidora, perturbada, puedes
observarme, muda, decepcionada, afligida porque tu imaginación te ha engañado
al no ser el galán de tus sueños.
Aún así, seguiré soñando con la dama de la Colombia del alma suya.
Aún así disfrutaré de sus segundos reales porque yo también, como ella, amo a
mi país y sufro por la adversidad que la hiere y tengo a Marabal de mis amores,
donde nací un febrero atormentado.
EPITAFIO
Con tu menuda y bien trazada letra, amada,
deberás escribir en la lápida que colocarás en mi humilde tumba de olvidado de
la fortuna material el siguiente
EPITAFIO:
-Aquí yace mi amado, el marabalero que
quiso ser poeta, radiotécnico y doctor; el que amó a Platero, el frágil y
cariñoso confidente de Juan Ramón Jiménez; a Chico Carlo, el amigo de la
infancia de Juana de Ibarbourou; al Principito que encontró Antoine de Saint
Exupery en el desierto y luego idealizó; a Selma, la eterna amante de
“Alas rotas”, de Gibran Khalil Gibran y a la poesía mirífica de Gabriela
Mistral; el que admiró a Salvador Allende y sintió repulsa por el sátrapa
Augusto Pinochet; el que galopó en los caballos de mar del poeta Francisco
Lárez Granado y el que siempre hizo lo que no programó.
OFICIOS
Te lo
juro, amada, que si de mi voluntad única hubiera dependido la determinación
suma de cuanto sería mi vida como oficiante, muy distinto sería mi destino,
pues ninguna de las mil actividades laborales que he realizado para subsistir
guarda relación con lo que quise realmente hacer, ya que he aterrizado en ellas
cual avión sin rumbo.
Yo
hubiera querido ser, por ejemplo, carretero para hacer largos viajes en rutas
asaz conocidas, seguro de que a mi regreso tú me esperarías, amada, en la
puerta de nuestra humilde vivienda, con los brazos abiertos y una sonrisa
delatadora de la felicidad derivada de un evento, que no por rutinario,
deja de ser encantador y fascinante para ambos, que medimos la intensidad de
nuestro amor con la vara de la gratificación espiritual que nos depara,
desechando la banalidad de lo efímero material.
O
también, amada, jardinero para cuidar, celosamente, ese don de las plantas florales,
de todos los colores y perfumes que la naturaleza, inmerecidamente, ofrendó al
hombre, su peor enemigo. O podría haber sido labrador para compenetrarme con la
tierra y extraer de sus entrañas el jugo de la vitalidad. O finalmente,
marinero o pescador para escudriñar la líquida ruta de los mares y conocer sus
secretos.
LAGAR
Tus menudos
y delicados pies de princesa, amada, y los míos de labrador, rústicos y
ordinarios, bailaron incesantemente con el melodioso canto de un turpial de
ufano porte, sobre las frágiles uvas lilas y glaucas, recién cosechadas, para
extraerles el dulce y generoso zumo que transmutamos en vino bienhechor el
cual libamos, hasta embriagarnos amorosamente, como ofrenda de gratificación
a la madre tierra, por ser tan generosa; al agua, por nutrir las vides
durante todo el mirífico proceso de crecimiento, y al sol por darle la exacta
maduración al fruto, final feliz de una esperanzadora jornada agrícola meses
atrás. Inexpertos
como lo éramos, amada, en el arado de la tierra para someterla y arrancarle
el prodigioso premio vital escondido en sus entrañas, sabíamos que con
tenacidad ilímite, paciencia suprema y aprendizaje permanente podíamos
domeñarla, amistarnos con ella, para así cosechar el fruto que luego, en
festivo ritual, comimos y sorbimos golosamente hasta extasiarnos, calmadas ya
nuestra sed nuestra hambre. Esta
tierra, amada, escogida al azar para cultivar nuestras vides, no era
ubérrima; sin embargo, la amorosa dedicación que le ofrendamos hizo el
milagro de la abundante fructificación |
BELLEZA
¿Cómo eres más bella,
bien mío, consuelo de mi vida, agua exacta y bienhechora en el desierto cuyas
arenas queman mis pies descalzos, néctar exquisito que endulza y aleja hacia
distantes espacios la acidez que adormece mi paladar, lectora única de mis
poemas sin gracia?
¿Desnuda, bien mío,
entre sábanas albas inmaculadas, confundidas con las sombras de la obscuridad,
reflejo de tu pudor, o recién salida del baño, olorosa a flores de mirto, de
clavel perfumado de canela y de azahar recién fugado del naranjero?
Sé, bien mío, que por
humildad o por montuna nunca me dirás cuándo eres más bella.
Sé también, bien mío,
que el muro interpuesto entre tu orilla y la mía impedirá que conozca en cuál
condición eres más bella, pero en mi augusta imaginación te visualizo hermosa
en la obscuridad, llena de misterioso encanto, y recién salida del baño de mi
covacha de sueños te presumo olorosa a gloria, sugestiva al amor terrenal y
encantadoramente coqueta.
CARGAZÓN
Sobre mis hombros,
debilitados ya
por tantos años,
llevo pesada carga
de angustias y
dolores.
CUERPO
En otra vida
seremos, alma mía,
un solo cuerpo.
Y por siempre
estaremos
rebosantes de amor.
SEPULTURA
Para el que muere en
la guerra, bien mío –se lee en el Mahabbarata-
es lo mismo el triunfo que la victoria. Y yo escribo: Para el que muere, le da
lo mismo que lo entierren en una tumba de pobre, en un majestuoso mausoleo de
gente adinerada, noble socialmente o de héroe histórico. O bien, que sus restos
sean incinerados y lanzados al mar para que se confundan con sus aguas o en el
sagrado río Ganges. O que no lo entierren y sus despojos sean devorados por los
zamuros que siempre visten de frac, y cumplen en la tierra la misma función de
la langosta en el mar, al limpiarlo de inmundicias, para después, cuando cae en
la red del pescador, convertirse en apetitoso plato de los restaurantes cinco
estrellas.
Para el que muere,
amor, le da la mismo que alaben su trayectoria en el mundo o que la ignoren y
la llenen de ignominia.
Para el que muere,
bien de mi vida, le es igual que coloquen en su sepultura una rosa amarilla o
roja o la cubran de abrojos.
Para el que muere,
amada mía, le es igual que coloquen en su tumba un epitafio o una rústica cruz
de madera, como la de Jesucristo, o de metal, con o sin fecha de nacimiento y de deceso, en letra menuda o grotesca.
TIEMPO
1
Es tiempo de vivir,
de amar, de meditar,
de volver nuestros
ojos
hacia viejos
paisajes.
2
Es tiempo de crear
un mundo sin
fronteras,
ciudadanos sin yugos,
niños con libertad.
3
Es tiempo de pensar
en un mundo sin
guerras,
en un mundo sin
traumas
de hambre, sed o
miedo.
4
Es tiempo de gritar
en el campo, en el
río
mil dolientes
protestas,
mil ahogantes
pesares.
5
Es tiempo de decir
las ocultas verdades,
aunque caigan los
ídolos
y los monstruos
sagrados.
6
Es tiempo de alejar
del corazón las
penas,
de trazar nuevas
rutas
y volver a empezar.
7
Es tiempo de lanzar
por los aires un
canto,
de trocar por la paz
los letales misiles.
8
Es tiempo de acallar
las voces de dolor,
de quebrar en pedazos
el hacha del verdugo.
y 9
Es tiempo de sentir
vergüenza, odio y
rabia
por la crueldad del
sátrapa,
por la guitarra
herida.
CONTROL
Toma, Señor,
el control de mi vida
pecaminosa.
Aparta de mi camino
todas las
tentaciones.
COLOFÓN
A ti, amada omnisciente y ubicua, producto
de mis vivencias oníricas, de mis fantasías y una que otra realidad, van
dirigidas estas páginas que debieron haber tenido vida hace siglos o quizás
milenios.
Porque
yo, amada inmortal y luminosa, he vivido muchas vidas, y ésta de ahora, que he
compartido contigo y con muchas otras doncellas, es apenas la continuación de
una existencia anterior, que presumo transcurrió en una friolenta aldea de
labradores de inconmensurable altura, y el pórtico de otra ya cercana que no sé
cómo, cuándo ni dónde se materializará.
¿Por
qué te hablo de siglos y milenios en vez de años y meses, como sería lo
natural? Porque mi discurso, simple como una gota de agua y diáfano como la
sonrisa de un niño, está expresado en lenguaje poético, que nada tiene que ver
con el tiempo real.
A ti,
dulce y consecuente amada, que durante milenios has estado aposentada en lo más
recóndito de mi conciencia sin que yo lo notara, puesto que esa era tu soberana
decisión, debo la inspiración de esta obra, que aparentemente son producto de
mi talento e inteligencia, pero que en honor a la verdad te pertenecen porque
tú le insuflaste vida con tu inagotable numen, y mi participación en ese
proceso de creación poética fue de simple partero o de canal de comunicación
para que viera la luz e irradiara sus rayos a todos aquellos lectores que se
aproximen a ella. ¡Gracias, amada eterna!
POETAS
Los poetas, amada mía, con la divina
anuencia de los dioses de todas las religiones, tenemos el privilegiado don de
ser distintos a los demás mortales, porque nuestros pensamientos pueden obrar
maravillas creando mundos que sólo nosotros podemos habitar y disfrutando,
llevando agua a recónditos e infértiles desiertos para saciar nuestra sed y la
de nuestros hermanos ermitaños que han abandonado el mundanal ruido del que
habló Fray Luis de León, con el elevado fin místico de estar más cerca de Dios,
y llevando alegría a aquellos lugares donde sólo hay tristeza.
Tú,
amada, eres el fruto de mi angustiada imaginación poética, sola en la multitud
por incomprendida, ahíta de dialogar con quienes enardecieron adrede para no
escuchar su plática, y temerosa en su covacha de sueños ante lo inescrutable.
Nadie,
que no sea yo, amo y esclavo de ti, según la ocasión, puede establecer
comunicación contigo para confiarle sus cuitas y recibir el oportuno alivio a
sus penas. Y ello es posible por mi condición de poeta, y como tal, taumaturgo,
capaz de darle vida a lo inanimado, belleza a quien está carente de dotes
estéticos, sanidad al que está enfermo de cuerpo y espíritu, alas al desolado
hombre que quiere acercarse hasta el cielo para platicar con las estrellas y
otras maravillas cuyo límite es la mente.