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Dame, Señor,
la fuerza suficiente
DESESPERANZA
¿Por qué viniste,
recuerdo, a mi
memoria?
Quiero olvidar
los terribles
tormentos
de mi desesperanza.
PILANDERA
Pila que pila
maíz la pilandera
en el pilón
Y canta con dulzura
la canción del
trabajo.
AMORES
Amor perdido,
Amor a la distancia.
Amor de siempre.
Amor predestinado.
Amor sin esperanza.
BÉSAME
Dame tus besos
¡Oh mujer de mis
sueños!
Quiero calmar
mi sed desesperada
de amor insatisfecho.
LUJURIA
¡Labios ardientes!
¡Labios provocativos!
Labios que invitan
al amor lujurioso
¡Ilimitado!
DECEPCIÓN
¿Qué lugar
te recibe, sin despreciar tu llegada,
si en
caminares silentes, has dejado una herida?
Evaluna
Siento en mi avejentado cuerpo y en
mi ya debilitada mente, todas las penas y dolores del mundo, como si se
hubieran puesto de acuerdo para herir cada hálito de mi aliento, cada latido de
mi corazón, cada poro de mi piel, cada átomo de mi sentimiento.
Y lo que ayer fue alegría extrema,
plenitud de esperanza, pájaros libres volando entre las nubes, con sus cánticos
dulces, alma pletórica de sueños, musas realengas que pululaban, cariñosas, que
esperaban, risueñas, que mis letras les dieran vida, es ahora un desierto de
decepción que quema mi vida porque el oasis que veo cerca de mí, donde creo
encontrar el agua que mitigará mi sed, aliviará el ardor de mi quemadura y me
ofrendará un racimo de dátiles para calmar mi hambre, es apenas espejismo.
Espejismo cruel.
Espejismo que se burla de mi
sufrimiento.
Espejismo que nunca será realidad,
porque mi decepción es tanta, que cuando
llegue a ese oasis tan ansiado pasaré de largo.
Y seguirá mi decepción.
Y nunca más disfrutaré de la dicha,
que hasta ayer nomás acaricié, porque no la merezco.
Y debo purgar por milenios mis
debilidades, mis desaciertos, mis desilusiones, mis derrotas.
Así es mi vida, sin vuelta atrás.
VENEZUELA
Te quiero libre
como los cuatro
vientos,
como las aves.
No quiero socialismo
corrupto, criminal.
CONTENTURA
Estoy contento.
Mi vida se colma de
alegría.
Ninguna sombra
perturba la belleza
idílica
de los verdes
paisajes
de Marabal, que
extasiaron
la castidad de mi
infancia.
La contentura viste
de luz cada poro
de mi cuerpo curtido
por los años.
Grito, canto, sollozo
en los prados amables
de la ingenuidad sin
ilímite
que sazona cada
palabra
que pronuncio
para alabar mi contentura.
INFORTUNIO
En esta vida,
por obra del destino,
he sido clavo,
escalera para otros
CLAVELES
¡Claveles blancos!
¡Claveles amarillos!
¡Claveles rojos!
¡Claveles matizados
de luz y poesía!.
YOMO
Esa
mano prodigiosa, amada, que plantó un rosal en mi diminuto jardín de la
amistad, también me ayudó a impedir que Yomo, ese exquisito personaje de mi
infortunada infancia que me espantaba los duendes y me contaba cuentos que
nunca vi impresos en ningún libro, permaneciera más tiempo sumergido en el
anonimato.
Esos
cuentos, amada perdurable, debieron haber sido inventados por Yomo, quien no
sabía leer ni escribir, pero tenía una imaginación que ni tú ni yo poseemos, al
final tenían una moraleja. Sí, amada, uno de ellos, según mi avejentado
recuerdo, hacía referencia a un viajero que al saciar su sed en la fuente
generosa del camino, en vez de darle gracias como hacen los aborígenes de
muchas latitudes primitivas, escupió el agua y al regreso tuvo que sorber su
saliva con el líquido elemento, ya no límpida como antes, sino asquerosa.
¿La
moraleja de este cuento? No puedes escupir hacia el cielo porque la saliva caerá
te caerá en el cuerpo. Si ensucias el
agua que sació tu sed, en vez de bendecirla como hacen los aborígenes de muchas
tribus primitivas de lejanas latitudes, tendrás que sorberla mugrosa al regreso
del viaje.
Yomo,
amada cariñosa, me enseñó una manera peculiar de contar: una, dona, tena,
catona…¿De dónde obtuvo estos conocimientos? Nunca lo supe, porque aparte de su
generosidad y amabilidad hacia mi persona y de su afición al ron blanco, que lo
sumergía en la embriaguez, nada más recuerdo de él.
Yo
creo, amada esplendorosa, que Yomo debe estar cabalgando en el cielo en un
burrito marabalero, cual lo hacía el poeta Juan Ramón Jiménez en Platero el
borriquillo moguereño que viajó con él a la eternidad.
Allí
lo encontraré, amada gentil, y volveré a escuchar sus cuentos y él escuchará
los míos.
Y en los prados del
cielo, deleitaremos a los ángeles y nos olvidaremos de duendes, de tristezas,
de penurias existenciales, de pleitos.
¿Verdad que sí, Yomo?
¿Verdad que sí, amada
ideal?
¿Verdad, amada, que ahora
Yomo cabalgará conmigo hacia la posteridad en mi obra literaria?
ROXY
Te busqué, amiga del alma,
apoltronada cómodamente en el lugar más exquisito de mi corazón, en cada
resquicio del ciberespacio, y no te hallé. Te busque, Roxy, amiga ideal, en Iniciación, el poemario
que iba a ser mi primigenio y te dediqué, y por desidia y limitación económica,
nunca publiqué, de lo cual no siento remordimiento, pues analizados con el
crisol del tiempo, comprobé sus debilidades líricas y no pude encontrarte. Te
busqué entre los rastrojos, ya casi extinguidos, de nuestra vivencia en
Salamanca, cuando cual guía turística me mostraste el escenario donde se
desarrolló la trama de la novela El Lazarillo de Tormes y el pupitre donde se
sentó Fray Luis de León, luego de su excarcelación, y pronunció la frase que lo
inmortalizó, “Como decíamos ayer” y no encontré huellas tuyas, amiga única, que
tanto elevó mi confundido espíritu, en aquellas largas conversaciones
telefónicas que sosteníamos para mitigar los efectos desagradables de la
guardia nocturna en la Policía Judicial, vehículo de nuestra amistad. Te
busqué, exquisita amiga, en el recuerdo ya añejo por el tiempo debilitó, en la
epístola que me enviaste a Washington para darme la buena nueva de tu viaje a
España a seguir estudios universitarios y mi esfuerzo fue fallido.
Pero estabas en mi subconsciente,
inolvidable amiga Roxy, y te posesionaste de mi sueño, morada de muchos
huéspedes intrusos que evitaría ver en la realidad por hipócritas, y resurgió
nuestra amistad, que parecía tan real, que hasta te pregunté por Ñañita, tu
bondadosa madre, cuyo nombre de pila nunca me preocupé de averiguar.
¿En dónde estás, Roxy, amiga del alma? ¿Cuánto estrago has sufrido de
los años?
Vives en mis sueños, Roxi única,
amiga de siempre, y de allí nadie te expulsará.
TRIBUTOS
Flores amarillas
para Juan Ramón
Jiménez,
el poeta español
cansado de su nombre,
que viajó a la
eternidad
con Platero, su
confidente.
Flores coloradas
para Juana de
Ibarbourou,
la poeta uruguaya,
que legó al mundo
“Las lenguas de
diamante”
y “Chico Carlos”,
la obra que recrea su
infancia.
Flores del camino
para Gabriela
Mistral,
la poeta chilena
que no pudo recibir
directamente
el premio “Los sonetos de la muerte”
por carecer de ropa
adecuada
y presenció la
ceremonia de la entrega
escondida en el
público.
Flores de violeta
para la exquisita
poeta uruguaya Delmira Agustini,
víctima de femicidio,
como mi amada hija Katiuska Alfonsina.
DECEPCIÓN
¿Qué lugar
te recibe, sin despreciar tu llegada,
si en
caminares silentes, has dejado una herida?
Evaluna
Siento en mi avejentado cuerpo y en
mi ya debilitada mente, todas las penas y dolores del mundo, como si se
hubieran puesto de acuerdo para herir cada hálito de mi aliento, cada latido de
mi corazón, cada poro de mi piel, cada átomo de mi sentimiento.
Y lo que ayer fue alegría extrema,
plenitud de esperanza, pájaros libres volando entre las nubes, con sus cánticos
dulces, alma pletórica de sueños, musas realengas que pululaban, cariñosas, que
esperaban, risueñas, que mis letras les dieran vida, es ahora un desierto de
decepción que quema mi vida porque el oasis que veo cerca de mí, donde creo
encontrar el agua que mitigará mi sed, aliviará el ardor de mi quemadura y me
ofrendará un racimo de dátiles para calmar mi hambre, es apenas espejismo.
Espejismo cruel.
Espejismo que se burla de mi
sufrimiento.
Espejismo que nunca será realidad,
porque mi decepción es tanta, que cuando
llegue a ese oasis tan ansiado pasaré de largo.
Y seguirá mi decepción.
Y nunca más disfrutaré de la dicha,
que hasta ayer nomás acaricié, porque no la merezco.
Y debo purgar por milenios mis
debilidades, mis desaciertos, mis desilusiones, mis derrotas.
Así es mi vida, sin vuelta atrás.
CARRETERO
Si carretero
fuera, y no
periodista,
tesoro mío,
¿igual me esperarías
con tus mejoras galas?
DOLENCIA
Tengo luto en el
alma,
tengo hiel en las
venas.
¡Esta ausencia de
calma
cómo nutre mis penas!
Tengo agrias las
manos,
tengo icor en la faz.
¡Cómo rondan gusanos
en mi vida sin paz¡
Tengo roca en los
dientes,
tengo sal en los dedos.
Dos macabras
serpientes
me consumen de miedo.
¡Cómo sangran mis
ojos!
¡Cómo sangra mi piel!
¡Cómo caen mis
despojos
por la tierra de
hiel!
¡Cómo escapa en la
brisa
de la tarde fatal
la doliente sonrisa
de mi vida banal.
TERESA
¡Santa Teresa
del Niño Jesús! Dame
la fortaleza
para servirle a Dios
sin mezquinos
propósitos.