BÍBLICAS
Y el ángel Gabriel, amada, le comunicó a María, en mensaje
onírico, el nacimiento de Jesús para que predicara el Evangelio.
Y predicó el verbo, es decir, la palabra, es decir, Dios.
Y por predicar la verdad murió crucificado.
Y su muerte, amada, purgó tus pecados y los míos.
Y purgó los pecados de quienes lo crucificaron
Y perdonó a quien, en la cruz, devorado por la sed, le dio vinagre en vez de
agua.
Y la judía Esther salvó a su pueblo, casándose con el rey Asuero
con una mentira blanca, que era babilónica.
Y Edith, esposa de Lot, amada, se convirtió en estatua de sal por mirar hacia
atrás para observar la destrucción de Sodoma y Gomorra, pueblos de perdición
moral, que Dios maldijo.
Y Ruth, nuera de Noemí, durmió al lado de Booz en la fiesta celebratoria de la
ópima cosecha de trigo para cumplir con la tradición judía.
Y José fue vendido como esclavo por sus hermanos.
Pero como José, amada, adivinaba los sueños, fue sacado de la prisión
para que interpretara el sueño repetido del faraón.
Y el faraón, en agradecimiento, lo hizo gobernador de Egipto.
Y José perdonó a sus felones hermanos.
Porque así estaba escrito en el libro de la vida.
Y yo, amada, a pesar de leer siempre la Biblia, no tengo el valor de perdonar a
quienes me hieren.
Sencillamente, los borro de mi libro.
Los convierto en inexistentes.
Soy, amada, un mal lector de la Biblia.
Del viejo y el nuevo testamento.
¿Y tú?
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