CONSOLACIÓN
En tu regazo, bien mío,
tan delicado y confortable como un lecho de rosas, como la ducha en una bañera
perfumada o como el descanso del viajero debajo de un árbol luego de larga
jornada, encuentro el relax que requiero para armonizar mi mente y mi cuerpo
mallugado y el bálsamo para sanar las heridas de mi pies tras cruzar descalzo
un desierto que parecía no tener fin.
En tu regazo, bien mío,
encuentro, ¡al fin!, la niñez que no disfruté por la orfandad del cariño que
ahora tú, amorosamente me prodigas, y derramo lágrimas de alegría para que tus
delicados besos las sequen y me transporto, contigo, hasta celestiales
paisajes que tú admiras y que yo admiro, en el increíble carruaje de mi
demencial fantasía.
¡Qué tranquilidad me
envuelve, bien mío, cuando me coloco en tu regazo para disfrutar de los mimos y
las querencias que nunca antes había disfrutado!
¡Qué paz me embriaga, bien
mío, cuando cansado de andar por caminos que no me llevan a ninguna parte, me
echo en tu regazo para que tus delicadas manos acaricien mi frente, tostada de
tanto sol, y pulsen cada porción de mi adolorido cuerpo!
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