NAVE
¿Cuando parta, di, amada, en mi frágil y gris ceniza
nave, díscola como yo, y sin brújula que oriente su incierto rumbo, dejarás que
mis salobres y caudalosas lágrimas bañen tu regazo y que el agua pura de mis
besos, titilantes cual toda la piel angélica de tu cuerpo, calmen la sed de tus
labios de doncella impoluta?
Dime, amada, ¿en cada barca que arribe a tu puerto
presumirás mi llegada, a sabiendas de mi incierto regreso y de que en otros
puertos muchos amores, tal vez más impetuosos que el tuyo y más perennes y
cercanos?
Mi barca, amada, tal vez regrese pronto a tu puerto de
esperanza sin límites, o quizás zozobre en las profundidades de un furioso mar
o pierda el rumbo y nunca más encuentre la ruta lumínica que me devuelva a tu
litoral de aguas apacibles y azules.
¿Aún así, amada, me esperarás?
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