CALANDRIA
Yo te vi, calandria malagradecida, en tu jaula de oro, cantando de
dolor, clamando por la libertad que te llevaría a recorrer alegremente los
aires y las copas de los árboles.
Y te vi también
implorarle al gorrioncillo para que te librara de la lujosa prisión que
consumía tu vida.
-Contigo me iré –le imploraste al gorrioncillo enamorado de ti- si puedes
sacarme de la jaula.
Y con su piquito, sangriento de luchar contra las rejas de tu prisión,
recobraste la libertad.
Y te elevaste por los aires. Y volaste libremente.
Y te olvidaste del gorrioncillo que te devolvió la libertad. ¡Cuánta
ingratitud!
Y tu
ingenuo salvador se posó sobre un manzano…Y lloró, lloró, lloró.
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