OLIVER
A Oliver Sánchez,
el pequeño paciente,
no lo mató
el cáncer. No,
lo privó de su vida,
frágil retoño
marchito ya,
la criminal desidia
hedionda de azufre
del dictador
Herodes redivivo,
Satán inmundo.
No fue la carne
de esta víctima herida
por la fuerza
del feroz guardia
uando manifestó:
“Quiero curarme”.
“Quiero la paz”.
El gobierno insensible
no lo curó.
Y forma ahora
el coro angelical
en el celeste
prado de Dios
con inocentes víctimas
de Venezuela.
Dale, Señor,
la paz y la salud
espiritual
a Oliver, víctima
enésima del régimen
De un tal Maduro.
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