SOLEDADES
En mi vida de perenne caminante por
desconocidas rutas del mundo, sólo viaja conmigo – impenitente nómada- la
exquisita soledad que consuela mis tormentos, alivia mis angustias, seca el
sudor de mi frente con su níveo pañuelo y aleja con sus arrullos maternos todo
gesto de tristeza.
Me fascina y me subyuga la soledad
de los cementerios, con sus flores marchitas por el tiempo y sus huellas
escarcha de las velas derretidas en la marmórea fosa o en la tierra alfombrada
de maleza.
Me encanta la soledad de las
multitudes, porque soy único, y porque tapono mis oídos para no escuchar gritos
que indican indignación.
La soledad que me embriaga en las
multitudes me traslada al oasis que calma mi sed, espanta mi hambre y
reconforta mi espíritu para emprender nuevas jornadas que no celebrarán
triunfos ni llorarán derrotas.
No concibo mi mundo único sin
soledades.
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