MILAGRO
A borbotones,
como en Agua Caliente,
brota la vida
de la pródiga fuente
de los prados poéticos.
MILAGRO
A borbotones,
como en Agua Caliente,
brota la vida
de la pródiga fuente
de los prados poéticos.
MIRTO
Que nadie arruine
la belleza del mirto
y el colibrí
que liba levemente
PASTORA
Tierna pastora,
¿Pastoreas tus ovejas
en mi pradera
de prodigioso pasto
y bienhechora fuente?
DECADENCIA
A paso rápido
andaba por la vida
orondamente.
Y ahora ando muy lento
con un bastón de
viejo.
RECORDANDO
En La Playita
de Marabal corría,
rebelde, el río,
y en sus prístinas
aguas
me bañaba feliz.
ÑOMAÑA
Iba Ñomaña
a la Costa de Paria
y regresaba
con pescado bien fresco
a Marabal de entonces.
BENDICIÓN
¡Santa Teresa
del Niño Jesús! Dame
tu bendición.
Inspira mis poemas
con tu lírica luz.
ECLESIASTESES
Tiempo de nacer,
tiempo de morir.
Tiempo de reír,
tiempo de llorar.
Tiempo del leal,
tiempo del traidor.
Tiempo de victoria,
tiempo de derrota.
Tiempo de la furia,
tiempo de la calma..
tiempo de gozar,
tiempo de sufrir.
Tiempo de sembrar
y de cosechar.
Tiempo de charlar,
tiempo de callar.
Tiempo de avanzar
y retroceder.
Tiempo de comer,
tiempo de ayunar.
Tiempo de dormir,
tiempo de vigilia.
Tiempo de pecado,
tiempo de perdón.
Tiempo de cordura
y de loquedad.
Tiempo de escribir,
tiempo de leer.
Tiempo de penumbra
y tiempo de luz.
Tiempo de dulzura,
tiempo de amargura.
Tiempo de ternura,
Tiempo de aspereza.
Tiempo de caminar
y retroceder.
Tiempo de gritar
a los cuatro vientos:
¡Vive, democracia!
¡Muere, dictadura!
MUSA
Llegaste, musa,
inesperadamente.
Te pregunté:
¿Quién eres? ¿Me
conoces?
-Sí, desde hace
milenios.
TERRORES
Me aterrorizan,
amor de mis amores,
las pesadillas,
la furia de los
vientos
y la crueldad del
ogro.
Caricias
Con
sólo mirarte, bien mío, siento las delicadas caricias que sólo tú sabes prodigarme,
porque tu mirada es hipnótica y arrobadora, capaz de transportarme a idílicos
parajes inimaginables en la realidad por más encanto que ella tenga.
Con sólo sentir, bien mío, tus delicadas manos en mi áspera frente, cuando la
adversidad me agobia, cuando la angustia carcome cada diminuta porción de mi
ser y cuando las quemaduras de mis andarines pies, de tanto vagar en el
desierto, se hacen insufribles, todo padecimiento físico o mental desaparece y
mi cuerpo y mi alma marchan armónicamente.
Con sólo imaginarte, bien mío, aunque estés en otro hemisferio, te siento
a mi lado, en mi covacha de sueños, platicando loquedades, ofrendándome tu
cariño único y haciendo travesuras, cual si fuéramos niños de padres
amorosos y tiernos.
¡Qué sería de mí, bien mío, si no tuviera el hechizo de tu amor!
RESILIENCIA
Resiste, pueblo,
la maldad del tirano
de impiedad lleno.
No temas sus
tanquetas
ni sus bombas
letales..
YOMO
Esa
mano prodigiosa, amada, que plantó un rosal en mi diminuto jardín de la
amistad, también me ayudó a impedir que Yomo, ese exquisito personaje de mi
infortunada infancia que me espantaba los duendes y me contaba cuentos que
nunca vi impresos en ningún libro, permaneciera más tiempo sumergido en el
anonimato.
Esos
cuentos, amada perdurable, debieron haber sido inventados por Yomo, quien no
sabía leer ni escribir, pero tenía una imaginación que ni tú ni yo poseemos, al
final tenían una moraleja. Sí, amada, uno de ellos, según mi avejentado
recuerdo, hacía referencia a un viajero que al saciar su sed en la fuente
generosa del camino, en vez de darle gracias como hacen los aborígenes de
muchas latitudes primitivas, escupió el agua y al regreso tuvo que sorber su
saliva con el líquido elemento, ya no límpida como antes, sino asquerosa.
¿La
moraleja de este cuento? No puedes escupir hacia el cielo porque la saliva caerá
te caerá en el cuerpo. Si ensucias el
agua que sació tu sed, en vez de bendecirla como hacen los aborígenes de muchas
tribus primitivas de lejanas latitudes, tendrás que sorberla mugrosa al regreso
del viaje.
Yomo,
amada cariñosa, me enseñó una manera peculiar de contar: una, dona, tena,
catona…¿De dónde obtuvo estos conocimientos? Nunca lo supe, porque aparte de su
generosidad y amabilidad hacia mi persona y de su afición al ron blanco, que lo
sumergía en la embriaguez, nada más recuerdo de él.
Yo
creo, amada esplendorosa, que Yomo debe estar cabalgando en el cielo en un
burrito marabalero, cual lo hacía el poeta Juan Ramón Jiménez en Platero el
borriquillo moguereño que viajó con él a la eternidad.
Allí
lo encontraré, amada gentil, y volveré a escuchar sus cuentos y él escuchará
los míos.
Y en los prados del
cielo, deleitaremos a los ángeles y nos olvidaremos de duendes, de tristezas,
de penurias existenciales, de pleitos.
¿Verdad que sí, Yomo?
¿Verdad que sí, amada
ideal?
¿Verdad, amada, que ahora
Yomo cabalgará conmigo hacia la posteridad en mi obra literaria?
Nave
Cuando parta, di, amada, en mi
frágil y gris ceniza nave, díscola como yo, y sin brújula que oriente su
incierto rumbo, ¿dejarás que mis salobres y caudalosas lágrimas bañen tu regazo
y que el agua pura de mis besos, titilantes cual toda la piel angélica de tu
cuerpo, calmen la sed de tus labios de doncella impoluta?
Dime, amada, ¿en cada barca que
arribe a tu puerto presumirás mi llegada, a sabiendas de mi incierto regreso y
de que en otros puertos encontraré muchos amores, tal vez más impetuosos que el
tuyo y más perennes y cercanos?
Mi barca, amada, tal vez regrese
pronto a tu puerto de esperanza sin límites, o quizás zozobre en las
profundidades de un furioso mar o pierda el rumbo y nunca más encuentre la ruta
lumínica que me devuelva a tu litoral de aguas apacibles y azules.
¿Aun así, amada, me esperarás?
CARRETERO
Si carretero
fuera, y no
periodista,
tesoro mío,
¿igual me esperarías
con tus mejoras galas?
TERRORES
Me aterrorizan,
amor de mis amores,
las pesadillas,
la furia de los
vientos
y la crueldad del
ogro.
PARTIDA
¿Por qué te fuiste,
tan pronto de la vida
al otro mundo?
Hijita mía ¡cuánto
te extraño! ¡Qué tristeza!
GALANTERÍA
Cuando dijiste,
Iluminada de amor:
“Te amo, Eladio”,
me sentí fascinado
de tu galantería.
TERESA
¡Santa Teresa
del Niño Jesús! Dame
la fortaleza
para servirle a Dios
sin mezquinos
propósitos.
PUEDES…
Puedes llevarme,
¡Oh, parca!, en tu carruaje,
al inframundo,
de donde no hay regreso,
y nadie sabe
cómo es, si tiene sol
y sólo tú conoces.
Nada me llevo,
pues nada traje al mundo,
sólo mi llanto.
Dejo mis libros,
y los frustrados sueños
de bienhechor.
¿DÓNDE?
¿A dónde fuiste, amor,
que no te encuentro?
¡Tantos milenios juntos!
¡Tantos milenios locos!
Todo perdido.
Sueños marchitos.
Esperanzas dispersas.
Un llanto contenido.
Búsqueda inútil
entre los mirtos,
entre las amapolas
de belleza marchita.
¿En cuál galaxia
estás, amor?
¿A qué mundo te fuiste,
musa de ayer, de siempre?
QUÉDATE
¿Por qué te fuiste
al despertarme,
amada de la noche
pletórica de amor?
Cuando en mi sueño
visites nuevamente
mi onírica pradera,
te ruego que te
quedes..
Cuando despierte.
quiero que estés
conmigo apasionada,
desnuda, lujuriosa.
Quiero besar
todo cuerpo
y quiero que tus
labios
gusten, sensuales, los míos.
Amor, amor,
lágrimas mías
que secarán tus
labios
carnosos cual de
fresas.
Por siempre quédate,
amor idealizado,
no quiero que te
vayas,
no quiero quedar
huérfano.
Caricias
Con
sólo mirarte, bien mío, siento las delicadas caricias que sólo tú sabes prodigarme,
porque tu mirada es hipnótica y arrobadora, capaz de transportarme a idílicos
parajes inimaginables en la realidad por más encanto que ella tenga.
Con sólo sentir, bien mío, tus delicadas manos en mi áspera frente, cuando la
adversidad me agobia, cuando la angustia carcome cada diminuta porción de mi
ser y cuando las quemaduras de mis andarines pies, de tanto vagar en el
desierto, se hacen insufribles, todo padecimiento físico o mental desaparece y
mi cuerpo y mi alma marchan armónicamente.
Con sólo imaginarte, bien mío, aunque estés en otro hemisferio, te siento
a mi lado, en mi covacha de sueños, platicando loquedades, ofrendándome tu
cariño único y haciendo travesuras, cual si fuéramos niños de padres
amorosos y tiernos.
¡Qué sería de mí, bien mío, si no tuviera el hechizo de tu amor!
PERENNIDAD
Que no se mueran
ni la rosa ni el
mirto.
¡Quiero que vivan!
Quiero que sus luces
perennicen mi verbo.
YOMO
Esa mano prodigiosa, amada, que plantó un rosal en mi diminuto jardín de la
amistad, también me ayudó a impedir que Yomo, ese exquisito personaje de mi
infortunada infancia que me espantaba los duendes y me contaba cuentos que
nunca vi impresos en ningún libro, permaneciera más tiempo sumergido en el
anonimato.
Esos cuentos, amada perdurable, debieron haber sido inventados por Yomo, quien
no sabía leer ni escribir, pero tenía una imaginación que ni tú ni yo poseemos,
al final tenían una moraleja. Sí, amada, uno de ellos, según mi avejentado
recuerdo, hacía referencia a un viajero que al saciar su sed en la fuente
generosa del camino, en vez de darle gracias como hacen los aborígenes de
muchas latitudes primitivas, escupió el agua y al regreso tuvo que sorber su
saliva con el líquido elemento, ya no límpida como antes, sino asquerosa.
¿La moraleja de este cuento? No puedes escupir hacia el cielo
porque la saliva te caerá en el cuerpo. Si ensucias el agua que sació tu
sed, en vez de bendecirla como hacen los aborígenes de muchas tribus primitivas
de lejanas latitudes, tendrás que sorberla mugrosa al regreso del viaje.
Yomo, amada cariñosa, me enseñó una manera peculiar de contar: una, dona, tena,
catona…¿De dónde obtuvo estos conocimientos? Nunca lo supe, porque aparte de su
generosidad y amabilidad hacia mi persona y de su afición al ron blanco, que lo
sumergía en la embriaguez, nada más recuerdo de él.
Yo creo, amada esplendorosa, que Yomo debe estar cabalgando en el cielo en un
burrito marabalero, cual lo hacía el poeta Juan Ramón Jiménez en Platero el
borriquillo moguereño que viajó con él a la eternidad.
Allí lo encontraré, amada gentil, y volveré a escuchar sus cuentos y él
escuchará los míos.
Y en los prados del cielo,
deleitaremos a los ángeles y nos olvidaremos de duendes, de tristezas, de
penurias existenciales, de pleitos.
¿Verdad que sí, Yomo?
¿Verdad que sí, amada ideal?
¿Verdad, amada, que ahora Yomo
cabalgará conmigo hacia la posteridad en mi obra literaria?