ENVIDIA
¡Cómo envidio, bien mío, al agua
que recorre tu cuerpo para limpiarlo y vitalizarlo!
Sabe tu cuerpo que después del
baño purificador recibirá el premio del exquisito perfume que le ofrendarás
para dejar tu huella femenina impregnada en los lugares por donde pasees.
Una mujer recién bañada, bella
como tú, abunda en hermosura.
Y envidio también al hombre que
ha tenido la dicha de disfrutar ese aroma único.
Y envidio a la sombra que vino
contigo al mundo para acompañarte hasta el fin de tus días, cuando regreses a
la madre Tierra a hacer realidad la sentencia bíblica “polvo eres y en polvo te
convertirás”.
¡Yo quisiera ser tu sombra,
sí, para estar siempre junto a ti para
llenarme de vida!
Y envidio a los oídos que cada
día te escuchan porque se nutren de tu armonía… y al recipiente donde tomas el
vital líquido, el café mañanero o la bebida porque él, bien mío, recibe el
néctar de tus labios que nunca besarán los míos.
Y envidio al aire que respiras
porque entra en ti y te oxigena.
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