OJOS APAGADOS
Al niño Rufo Chacón
un policía criminal
con balines
infernales
sus dos ojos apagó.
¡Qué triste está
Venezuela¡
El mundo está
conmovido.
En las montañas andinas
se oyó un grito de
impotencia:
¡Cómo se puede
atentar
contra un niño que
tan sólo
protestaba, con su madre,
por la carencia de
gas!
Dios es grande,
escribió,
una dama esperanzada,
y pronto verás el
cielo
de tu patria
escarnecida
por asesinos
cobardes,
que a todos los niños
quiere,
robar la luz de sus
ojos
para que observar no puedan
la destrucción del
país
y luchar
valientemente
contra tanta
iniquidad.
Yo, niño Rufo,
mis ya viejos ojos,
te regalaría
si posible fuera
para que a Caracas
vieras
y sus atrocidades
y contemplaras el rostro
de hiena rabioso
de quien con saña te
sumió
en el mundo de las
sombras
y la cara de monstruo
de quienes ordenaron
privarte de tus ojos.
Esa siniestra cadena
de mando
que contra el pueblo
dispara sus letales
armas
para acallar las
protestas
por los malos
servicios
de salud, gas, agua,
electricidad,
carencia de comida y
medicina.
Tú volverás, niño
Rufo,
a recobrar la luz.
Jesucristo le
devolvió la vista
al ciego de
nacimiento
con fango húmedo
sobre sus párpados.
Él obrará el milagro
con auxilio de la
ciencia médica.
Verás nuevamente las
montañas
de tu Táchira andina
y volverás a ser
un niño esperanzado
de lograr tus
objetivos
en la academia
para brindar a
Venezuela
el fruto de tu
esfuerzo.
Esos criminales que
te agredieron
son unos miserables,
engendros del diablo,
basura de la
historia,
seres inhumanos
que todos desprecian.
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