CLARIDAD
Desvanezco de
gozo, bien mío, cuando la penumbra de la noche muere para dar paso a la aurora
y los primeros rayos del sol anuncian la llegada de otro día y con él el
alboroto musical de los pájaros, la llegada de los pescadores con buena o
regular pesca y la incorporación de los labradores a sus sembradíos para
acariciar con sus herramientas de labranza la superficie terrena que producirá
ópima cosecha.
Me arrobo de dicha, bien mío, al verme en los espejos de tus ojos, cuando
no parpadeas, porque percibo en ellos la calidez de tu amor, la luz que
mentalizo para espantar los fantasmas de los perversos recuerdos que perforan
cada segmento de mi consciencia y la iluminación capaz de activar los resortes
de mis pensamientos que harán fluir, cual huracán, cual volcán en ebullición o
cual río crecido, las imágenes y metáforas perfectas que
alimentarán a los poemas que tú ávidamente leerás.
¡Oh, dichosa claridad que iluminas mi vida para nutrirla de tus rayos
bienhechores y permitir que no desfallezca, por orfandad, mi afán de escribir
en prosa o en verso!
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