GRATITUD
Gracias, Señor,
porque sordo no fuiste
Al clamor de mi
súplica sincera
Y el milagro de la
salud hiciste
Para que el cuerpo
enfermo más no fuera
La sinrazón del
sufrimiento hiriente
Que tortura a las
almas generosas.
Fuiste, Señor, tan
dulce y complaciente
Que en mi jardín
sembraste primorosas
Y castas flores de
fragancia ardidas
Para adornar
el alma que venció
Con su fe la
enfermedad que pugnaba
Por hacer más
profundas sus heridas.
¡Oh, Señor, tu
santa voluntad dio
Misericordia
a quien en ti confiaba.
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