AMBROSÍA
Nos embriagamos, bien mío, con ambrosía y néctar de
los dioses que disfrutamos hasta el éxtasis.
Y
como no podías levantarte, porque la ambrosía, libada hasta los límites de la
inconsciencia, había debilitado tus fuerzas vitales, antes con una potencia de
potro, después flácidos como la espuma, como la goma, como el niño, te tomé en
mis brazos, fuertes todavía, y te coloqué tiernamente en el modesto lecho de mi
covacha de sueños, llena de ti.
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