EL NIÑO ABANDONADO
El niño fue de puerta en puerta pidiendo pan, agua y abrigo para
cubrirse el débil cuerpecito herido ya por la inclemencia de la intemperie.
Tenía los labios
resecos de sed, titilaba de frío y la prolongada falta de pan le había
constreñido el estómago.
Ni un alma buena
apagó su sed.
Ni un alma
piadosa mató su hambre.
Ni un alma
bondadosa lo libró del frío.
Y había pan de sobra. Y las fuentes estaban rebosantes de agua pura. Y había
vestidos en abundancia. El poeta vio a la criatura y le obsequió pan y agua. Y
cubrió su cuerpecito de modestos vestidos.
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