PRISIONERO
¡Feliz prisión la mía, amada
adorable!
Las rejas de esa prisión, amada, de la que nunca quisiera salir son tus
abrazos, que al sentirlos en cada átomo de mi vida sin libertad me conducen en
un leve carruaje de amor a los confines de la excelsitud que sólo
disfrutan los amantes.
Los castigos de esa prisión, amada convertida en guardiana de mi celda,
son tus besos, alimento cuya calidad
y cantidad depende de cómo me comporto: poco si mi conducta es
errática; bastante si mi comportamiento es irreprochable.
Soy un buen prisionero, amada, y me alimento con tus besos, no furtivos como
los del colibrí, sino generosos en tiempo, no cronometrables, por la
magia que transmiten y enloquecen las agujas de la temporalidad.
Seré toda mi vida, amada, huésped de tu cárcel tan confortable.
Seré toda mi vida, amada huésped de tu cárcel, prodiga en atención.
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