TARDE
Tardíamente disfruté del prodigio de ver florecer el rosal, el
clavel, la petunia, el mirto, el lirio, la azucena, la gardenia y el
arrogante narciso en el jardín de mi covacha de sueños, que cuidé
celosamente, para que resplandecieran en tus cabellos-cascadas y nunca se
desvanecieran.
Tardíamente sazonó en mi angustiada vida de impenitente peregrino la fruta del
amor y pude probarle con la felicidad del náufrago salvado por la oportuna
tabla que lo llevó al oasis de una costa, la avidez del hambriento ante el
alimento que recibe de una mano piadosa o la alegría que experimenta un niño
cuando recibe el juguete deseado.
Tardíamente conocí la diferencia entre el pan y el vino, entre la
ignorancia y la sabiduría y entre la luz y la sombra.
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