CITA
¿Cuántas veces más, amada omnisciente, la aguardaré
solitario y esperanzador en una multitud informe para calmar la sed que sólo su
compañía apacigua, el hambre que sólo su aliento calma y oír la música que
ilumina mi espíritu angustiado?
¿Tendré la paciencia de Job, amada increíble, para
esperar en mi recóndita covacha, que venga con su antorcha angelical a iluminar
sus extraños senderos, a humedecer sus resecas paredes, a oxigenar su
irrespirable y minúsculo espacio y a colmar con unas pocas gotas de
providencial aguas su vacío manantial?
Sé, amada generosa, que mi perseverancia en la espera
tendrá su prodigiosa gratificación sin el antipático límite del tiempo real
pero con la anuencia cómplice del tiempo poético, que rige en mi calendario
alocado.
¿Por qué, amada bienhechora, habitante única de mi
diminuto y agradable mundo, vendrá ella a la cita sin fecha? Porque cuando le
dije “Te querré hasta que el hastío me destierre de tu corazón”, ella me
respondió: “Te querré hasta que el cansancio me aleje de tu alma”.
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