REINA
A Cruz Victoria
Tú, amada, tan generosa y tan
galante, no tienes un trono con súbditos que te sirvan y alfombren de pétalos
exquisitos de rosas amarillas, tulipanes, narcisos, orquídeas y flores
silvestres de vivos colores, el suelo que tus delicadas sandalias pisan;
payasos que iluminen con sus gracias y travesuras tu rostro que tanta ternura
delata y es suave como el terciopelo y terso cual la piel angelical de
una niña recién nacida y jardines de mirífica belleza, alimentados con agua de
edénico manantial.
Pero en mi prodigiosa imaginación, amada consentida de las singulares musas que
cada día me reconcilian con la poesía, toda tuya, como yo y como el aire que
respiro, hay un palacio de sueños que construí para ti y para nuestros
diminutos y amistosos duendes.
Allí, entre el cántico de esplendorosas, cautivantes y juguetonas avecillas
disfrutamos de la música de un concierto único que purifica nuestros espíritus,
fortalece nuestras vidas y nos transforma en seres felices, bien distantes de
estorbosos ruidos y de terribles factores contaminantes.
En ese palacio, amada vivificante, luz que ilumina mis tormentosos caminos, oasis
de aguas cristalinas en mis desiertos de escandalosas arenas, sólo tú eres la
reina y yo tu sumiso lacayo que con extraordinaria agilidad cumple tus mimosos
deseos.
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