BOSQUE
Temerariamente penetré las entrañas de
tu bosque de sueños, Matilde, para insuflarle a mi alma, cansada ya de su
milenaria carga de penas, alivio vegetal y nutrir mi poesía del numen exacto
que la hiciera trascender hacia ignorados mundos donde toda felicidad es
posible y todo recuerdo perturbador es inexistente.
¡Me sentí tan a gusto escuchando las
notas únicas del violín del alocado grillo!
¡Me sentí tan a gusto oyendo el
monótono canto de la artística cigarra!
Y me senté debajo del sauce llorón,
sequé sus lágrimas de cristal y le conté fragmentos de mi aburrida vida que oyó
con sabia paciencia.
Y me sentí parte de ese bosque que
vive en ti y cuidas con amorosa pasión para que siempre estén verdes como la
esperanza y el otoño lo vista, cada año, de jóvenes hojas.
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